Hola a todos. Esta vez me gustaría comenzar con la frase de un buen amigo que cada que se indigna con alguna situación legal me dice: “¡Eh! ¡La democracia si es muy linda parcero!" Y aunque parezca una frase ligera, la verdad es que tiene una gran profundidad cuando has vivido en Dubai por una buena temporada. Si ponemos la situación en contexto, son pocas las cosas que se pueden hacer aquí cuando no se tiene el status de legalidad requerido por el país y es peor aun cuando vas descubriendo que cada cosa está enlazada con la otra y que además ves que no tiene otro fondo que recaudar más dinero para las arcas de nuestro amigo el Sheikh y su país “Libre de impuestos”.
Así pues que vale la pena regresar un poco en el tiempo para entender como funciona todo esto. Al principio era el rollo de la visa de residente que no si no la tenías entonces todo estaba cerrado para ti, no podías abrir cuenta en el banco, no podías acceder a otras visas, etc. Luego viene el cuento que como ya tienes visa de residente entonces ya no puedes conducir ningún carro ni propio ni rentado si no tienes licencia de conducción emiratí y es aquí donde comienza cristo a padecer, porque uno piensa: ¡Ah pues se saca!, ¿que más da?, pero cuando te decides a comenzar el proceso pues te das cuenta que lo primero será tomar unas 20 clases con un instructor que entre otras cosas es un Capitán condecorado de la sociedad secreta, pero que para la primera clase debes esperar la módica suma de dos mesesitos no mas porque hay mucha gente en fila y no hay mas cupos. Situación que trae consigo la primera desazón, porque dices: “¿Cómo voy a conducir entonces si no se puede con la licencia internacional porque ya tengo visa de residente?" A lo que el muy amable sargentillo de La S.S te dice: “No se preocupe, es que no lo puede hacer, no ve que si lo para la policía lo multa y si ha cometido alguna infracción lo deportan” con lo cual la única alternativa que te deja una ciudad donde el trasporte público es casi nulo, es aventurarte a seguir los caminos de la ilegalidad y seguir conduciendo a la buena de Dios, y rogando para que no te paren nunca.
Pasado los invictos y suertudos dos meses durante los cuales lograste evadir la policía, comienza la segunda desazón: te llama al celular el instructor para comenzar las clases, y una vez adentro de carro de enseñanza que viene aromatizado con los “finos” hedores propios del instructor, no tienes otra sensación más que la de sentirte otra vez un “buñuelo” porque el tipo te dice: “Oiga, vea! Ponga la direccional…. Pare!...Espere aquí!..Vea no se vaya a salir ahí!" Etc. Te pone la mano en el timón, te hace hacer los giros en U como nunca se hacen en la realidad, en fin, todo un sinnúmero de cosas que lo que hacen es dañarte el día.
A la siguiente clase viene la tercera desazón: El momento de la revelación – crónica de una muerte anunciada – El instructor te dice: “Hombre, se ve que usted sabe conducir, pero usted sabe que esto es un negocio y le tenemos que hacer tomar estas clases a la gente, es más, le advierto de una vez que el día que las autoridades competentes le hagan el examen final para obtener la licencia lo van a reprobar, porque la idea es que la gente tenga que coger mas clases y volver a pagar por ellas y por presentar de nuevo el examen. De verdad que lo siento mucho pero así funciona.” Entonces uno se indigna y bueh…! No puedes evitar que se te salga el Colombiano y le hagas la propuesta al tipo y le digas; “Pues hombre si se trata de dinero y usted ya sabe que todos los días yo vengo conduciendo para llegar a su clase, porque no mas bien yo le firmo toda esa planilla y decimos que ya vimos todas las clases y programemos de una vez el examen final” con lo cual el tipo te da una cátedra sobre la ética y la honestidad pero acaba por decirte que listo, que a el también le conviene y te firma.
Con esto podemos dar paso a la cuarta desazón: antes del examen final debes pagar por un examen interno en la escuela de conducción que a propósito es una farsa porque te subes al carro y el tipo a las dos cuadras te dice que pares que ya pasaste y como si fuera poco darte cuenta que además este requisito no está incluido en lo 500 mil pesitos que ya has pagado por las clases. Y el otro, es el examen de señales de transito en el computador de la escuela, que digamos de paso es la quinta desazón, puesto que para presentarlo debes acudir a un salón gigante que huele asqueroso, donde el concepto de la fila es inexistente y donde la cultura del roce corporal es la primera condición. Allí debes de pelear a codo limpio para poder tener un lugar en uno de tres únicos computadores que hay para dicho fin. Después de tener este par de requisitos te dicen que con suerte en un mes, debido a la congestión, puedes estar presentando tu examen final. Situación que te deja de nuevo en las inmediaciones de la ilegalidad durante el mes de espera para el famoso examen.
Una vez transcurrido el nuevamente suertudo mes, llega el día del examen final y con él la sexta desazón: estar desde las 7 de la mañana alistando los codos para entrar al ataque por lograr llegar a la única ventana donde reciben el permiso para presentar el examen. No lo pueden imaginar, esto es una lucha cuerpo a cuerpo con la horda despiadada de pakistanís, indios y filipinos que cada uno tiene brazos como un pulpo, con uno te empujan con el otro te codean, con el otro entregan el permiso, con el otro hablan por celular, y mientras tanto uno trata de respirar apuntando la cabeza hacia el techo tratando de encontrar alguno asomo de aire fresco que no sea ese olor a sudor con especias o como decía otro amigo: ese olor a media, a calcetín, que es el que impera en ese sitio. La verdad es que esta experiencia no es nada agradable si además tienes en mente las palabras iniciales del instructor: “acuérdese que lo van a reprobar, porque esto es un negocio” y yo de solo imaginar que me iba a tocar repetir toda una mañana en aquel recinto de espera, ya me estaba mentalizando para permanecer en la ilegalidad por el resto de tiempo de esta experiencia.
Finalmente a las 12:30 pm. Me tocó el famoso examen donde el policía que me evaluaba me dijo:” ¿Cuanto tiempo lleva conduciendo?” a lo que le respondí: “Cerca de 8 años” no había transcurrido ni dos cuadras y el fulano este me dice: “!Pare el carro aquí! ¡Ya pasó! Se le nota que lleva mucho tiempo manejando”, Afortunadamente no me reprobaron y pude obtener la licencia después de cinco meses de haber llenado el formulario para comenzar el proceso. Lo que da un poco de tristeza es ver que allí hay gente que lleva presentando el examen por mas de 9 veces y aun no consigue pasar y por ello se le dificulta muchísimo el abrir otras puertas en esta ciudad, que dicho sea de paso: si no tienes vehículo en que movilizarte estás inevitablemente anulado en el contexto.
Como ven, obtener un Status legal dentro de una monarquía no es una cosa de soplar y hacer botellas, cuesta tiempo, dinero y angustias, más aún cuando provienes de un país donde solo le pagas a un tipo y el hombre regresa al otro día con tu licencia. Pero también tengo que decirles que el “fresquito” que se siente una vez tienes todo en orden no tiene precio.
Hasta una próxima ocasión.
Así pues que vale la pena regresar un poco en el tiempo para entender como funciona todo esto. Al principio era el rollo de la visa de residente que no si no la tenías entonces todo estaba cerrado para ti, no podías abrir cuenta en el banco, no podías acceder a otras visas, etc. Luego viene el cuento que como ya tienes visa de residente entonces ya no puedes conducir ningún carro ni propio ni rentado si no tienes licencia de conducción emiratí y es aquí donde comienza cristo a padecer, porque uno piensa: ¡Ah pues se saca!, ¿que más da?, pero cuando te decides a comenzar el proceso pues te das cuenta que lo primero será tomar unas 20 clases con un instructor que entre otras cosas es un Capitán condecorado de la sociedad secreta, pero que para la primera clase debes esperar la módica suma de dos mesesitos no mas porque hay mucha gente en fila y no hay mas cupos. Situación que trae consigo la primera desazón, porque dices: “¿Cómo voy a conducir entonces si no se puede con la licencia internacional porque ya tengo visa de residente?" A lo que el muy amable sargentillo de La S.S te dice: “No se preocupe, es que no lo puede hacer, no ve que si lo para la policía lo multa y si ha cometido alguna infracción lo deportan” con lo cual la única alternativa que te deja una ciudad donde el trasporte público es casi nulo, es aventurarte a seguir los caminos de la ilegalidad y seguir conduciendo a la buena de Dios, y rogando para que no te paren nunca.
Pasado los invictos y suertudos dos meses durante los cuales lograste evadir la policía, comienza la segunda desazón: te llama al celular el instructor para comenzar las clases, y una vez adentro de carro de enseñanza que viene aromatizado con los “finos” hedores propios del instructor, no tienes otra sensación más que la de sentirte otra vez un “buñuelo” porque el tipo te dice: “Oiga, vea! Ponga la direccional…. Pare!...Espere aquí!..Vea no se vaya a salir ahí!" Etc. Te pone la mano en el timón, te hace hacer los giros en U como nunca se hacen en la realidad, en fin, todo un sinnúmero de cosas que lo que hacen es dañarte el día.
A la siguiente clase viene la tercera desazón: El momento de la revelación – crónica de una muerte anunciada – El instructor te dice: “Hombre, se ve que usted sabe conducir, pero usted sabe que esto es un negocio y le tenemos que hacer tomar estas clases a la gente, es más, le advierto de una vez que el día que las autoridades competentes le hagan el examen final para obtener la licencia lo van a reprobar, porque la idea es que la gente tenga que coger mas clases y volver a pagar por ellas y por presentar de nuevo el examen. De verdad que lo siento mucho pero así funciona.” Entonces uno se indigna y bueh…! No puedes evitar que se te salga el Colombiano y le hagas la propuesta al tipo y le digas; “Pues hombre si se trata de dinero y usted ya sabe que todos los días yo vengo conduciendo para llegar a su clase, porque no mas bien yo le firmo toda esa planilla y decimos que ya vimos todas las clases y programemos de una vez el examen final” con lo cual el tipo te da una cátedra sobre la ética y la honestidad pero acaba por decirte que listo, que a el también le conviene y te firma.
Con esto podemos dar paso a la cuarta desazón: antes del examen final debes pagar por un examen interno en la escuela de conducción que a propósito es una farsa porque te subes al carro y el tipo a las dos cuadras te dice que pares que ya pasaste y como si fuera poco darte cuenta que además este requisito no está incluido en lo 500 mil pesitos que ya has pagado por las clases. Y el otro, es el examen de señales de transito en el computador de la escuela, que digamos de paso es la quinta desazón, puesto que para presentarlo debes acudir a un salón gigante que huele asqueroso, donde el concepto de la fila es inexistente y donde la cultura del roce corporal es la primera condición. Allí debes de pelear a codo limpio para poder tener un lugar en uno de tres únicos computadores que hay para dicho fin. Después de tener este par de requisitos te dicen que con suerte en un mes, debido a la congestión, puedes estar presentando tu examen final. Situación que te deja de nuevo en las inmediaciones de la ilegalidad durante el mes de espera para el famoso examen.
Una vez transcurrido el nuevamente suertudo mes, llega el día del examen final y con él la sexta desazón: estar desde las 7 de la mañana alistando los codos para entrar al ataque por lograr llegar a la única ventana donde reciben el permiso para presentar el examen. No lo pueden imaginar, esto es una lucha cuerpo a cuerpo con la horda despiadada de pakistanís, indios y filipinos que cada uno tiene brazos como un pulpo, con uno te empujan con el otro te codean, con el otro entregan el permiso, con el otro hablan por celular, y mientras tanto uno trata de respirar apuntando la cabeza hacia el techo tratando de encontrar alguno asomo de aire fresco que no sea ese olor a sudor con especias o como decía otro amigo: ese olor a media, a calcetín, que es el que impera en ese sitio. La verdad es que esta experiencia no es nada agradable si además tienes en mente las palabras iniciales del instructor: “acuérdese que lo van a reprobar, porque esto es un negocio” y yo de solo imaginar que me iba a tocar repetir toda una mañana en aquel recinto de espera, ya me estaba mentalizando para permanecer en la ilegalidad por el resto de tiempo de esta experiencia.
Finalmente a las 12:30 pm. Me tocó el famoso examen donde el policía que me evaluaba me dijo:” ¿Cuanto tiempo lleva conduciendo?” a lo que le respondí: “Cerca de 8 años” no había transcurrido ni dos cuadras y el fulano este me dice: “!Pare el carro aquí! ¡Ya pasó! Se le nota que lleva mucho tiempo manejando”, Afortunadamente no me reprobaron y pude obtener la licencia después de cinco meses de haber llenado el formulario para comenzar el proceso. Lo que da un poco de tristeza es ver que allí hay gente que lleva presentando el examen por mas de 9 veces y aun no consigue pasar y por ello se le dificulta muchísimo el abrir otras puertas en esta ciudad, que dicho sea de paso: si no tienes vehículo en que movilizarte estás inevitablemente anulado en el contexto.
Como ven, obtener un Status legal dentro de una monarquía no es una cosa de soplar y hacer botellas, cuesta tiempo, dinero y angustias, más aún cuando provienes de un país donde solo le pagas a un tipo y el hombre regresa al otro día con tu licencia. Pero también tengo que decirles que el “fresquito” que se siente una vez tienes todo en orden no tiene precio.
Hasta una próxima ocasión.