9.23.2010

Comunicado # 22. ¡Thasi Delek! Seis días en el Tíbet. ¡..A los pies de los Himalayas..!


Hola a todos. 5:58 am., Mientras dejaba atrás Shanghai, abordo de un taxi que avanza a 120k/h sobre la autopista que de Puxi conduce al aeropuerto internacional de Pudong y con la vista fijada en el horizonte presenciando como los primeros rayos de sol cortaban en su parte superior la grisácea silueta del conjunto de imponentes rascacielos que dan cuenta del vertiginoso desarrollo que ha convertido esta ciudad en una de las urbes más pujantes de Asia Pacífico; me disponía a emprender el vuelo que a la vuelta de cuatro horas me tendría en la morada por excelencia de los Dalai Lamas: Lhasa, capital y corazón del Tíbet.
Haciendo caso omiso a las recomendaciones que aparecen en foros de Internet y en las guías de viajes que sugieren no llegar en avión a Lhasa, a no ser que dispongas de un tiempo de dos o tres días para aclimatarte y no sufrir de mal de altura (soroche) debido al cambio brusco de altitud. Pues tuve que hacer oídos sordos a todo esto, porque no disponía del tiempo suficiente para tomar el tren que conduce desde Beijing o Shanghai hasta Lhasa en el plazo de 50 horas de viaje donde el proceso de aclimatación del cuerpo se da de manera natural a medida que el tren se interna en la montaña. Pero no solo recomiendan el tren por motivos de salud, sino porque es la línea ferroviaria más alta del mundo y el 80% del recorrido se hace sobre 4000 metros sobre el nivel del mar, alcanzando su punto cumbre en los 5070 m. Con lo cual los paisajes que desde allí se aprecian son listados como impresionantes: se atraviesan glaciares, desiertos, lagos y extensas estepas, que de seguro garantizan un viaje, si bien largo, maravilloso. He de confesar, que mientras pensaba en todo lo que me perdería por hacer el recorrido en avión, me fue inevitable recordar, y con pesar, reconocer, lo que dice Pablo Rey en su libro "La vuelta al Mundo en 10 años": […el tiempo, el tiempo es el bien más preciado de los viajeros…]).
Luego de arribar a Lhasa, me recibe un guía que me saluda con un amable ¡Tashi Delek! (Hola en Tibetano), se presenta como Donje Tashi y me dice: "vamos primero a la estación de tren a recoger a quien será tu compañera de viaje por estos seis días y luego al hotel.", asentí si mediar más palabra, puesto que ya me había comenzado un poco el malestar de la altitud. Emprendimos entonces el viaje de una hora por una carretera trazada al capricho de los pliegues de montaña cuando se unen al Río Brahmaputra.
Llegamos a la estación de trenes y allí ya estaba mi compañera de viaje, a quien para efectos de este relato llamaré K, porque no se me da muy bien eso de escribir nombres en alemán. Tuvimos solo una corta conversación acerca de lo largo que había sido el trayecto del tren y de las penurias que durante él se viven, lo cual, con un poco de risita interna, reconfortó un poco mi pena por no haber hecho dicho viaje, pero que más tarde, aquella sonrisa se me borraría al ver las fotos que me enseñó de dicha travesía.
Quedamos en tomar un descanso corto en el hotel y al cabo de dos horas encontrarnos en el lobby para salir a cenar.
Por fortuna, los hoteles donde estábamos alojados quedaban el la zona del Barkhor que es el barrio tibetano más tradicional de Lhasa y en cuyo corazón se encuentra la estructura religiosa más venerada del Tíbet: El Templo del Jokhang.
El Barkhor es un barrio lleno de estrechas callejuelas llenas de vida, con mucho comercio y buena oferta gastronómica local. K, tenía muy claro el sitio donde quería cenar aquella primera noche y nos aventuramos a buscar el lugar, que entre otras cosas, estaba en la terraza de un pequeño edificio de cuatro pisos al que por más vueltas que le dábamos no le hallábamos acceso, por lo que finalmente decidimos abandonar la idea de cenar allí y buscando la salida, entramos a un callejón ciego, muy roído y lleno de bicicletas en mal estado, pero con una puerta al final con luz encendida. Fuimos hasta allí y ¡Oh sorpresa! He ahí la escalera de acceso al famoso restaurante.
El sitio ofrecía una magnífica vista de toda el área del Barkhor, y en un plano un poco más lejano, la imponencia del antiguo monasterio y residencia del quinto Dalai Lama: El Palacio Potala que se apreciaba fuerte, macizo, el vigilante de Lhasa.
En el restaurante (New Mandala) hicimos de nuevo gala a la desobediencia y nos aventuramos a probar la bebida más tradicional del Tíbet: Té de mantequilla de Yak. Nadie lo recomienda, las guías dicen que su sabor es desagradable y grasoso, pero los tibetanos insisten en que es un manjar, así que mientras ocurría la ineludible conversación donde siempre saltan los: ¿De dónde eres?, ¿Qué haces?, ¿Porqué el Tíbet?, etc., y de descubrir que casualmente K es también arquitecta, que compartimos el mismo gusto por la fotografía y los viajes; nos bebimos un termo de dicho Té sin sentir que fuese en absoluto desagradable. En adelante, K lo siguió pidiendo en todos sitios y yo tomé partido por otras ofertas.
Para comprender un poco mejor el complejo asunto de los templos y las peregrinaciones, es bueno explicar someramente ciertos conceptos religiosos y las derivaciones que ello contiene. La población Tibetana es fundamentalmente budista, una pequeña minoría cristiana y otra aun más pequeña, musulmana. Dada esta proporción lo común es encontrar en las calles de Lhasa todos los elementos alusivos al Budismo, una religión iconoclasta por formación. Las calles que rodean los templos siempre están atestadas de peregrinos cuyas manos siempre están cargadas de ofrendas bien sean comida, bebidas o dinero, y la infaltable Rueda de la Oración que siempre están haciendo girar en el sentido de las manecillas del reloj. Dicha rueda es un pequeño contenedor cilíndrico que tiene una tapa que se abre para depositar en él las oraciones, que a medida que se comienzan a girar dentro de la rueda se tiene la creencia que serán atendidas por los Dioses. También se dice que el estar girando la rueda ayuda a la activación de los mantras individuales y ello es una contribución natural a la acumulación de méritos o "karma bueno", que es en síntesis lo que persigue el Budismo.
Los templos siempre deben rodearse haciendo un Kora (circuito de peregrinación. Es rodear caminando el objeto de adoración en el sentido de las manecillas del reloj). Es bueno saber que los Koras no están sujetos solo a los templos sino también a los sitios que los budistas consideran sagrados, como el monte Kailash, algunos lagos o incluso las capillas internas de los monasterios. Como ven, la variedad en distancia entre un Kora y otro puede ser de kilómetros e incluso de semanas dependiendo del fervor con que se haga la peregrinación.
Casi en su mayoría, los recorridos alrededor de los templos están acompañados de interminables filas de ruedas de la oración en tamaño gigante que están fijas a la pared y que se van haciendo girar una a una mientras se completa el respectivo Kora antes de entrar al templo, que debo aclarar, no necesariamente hay que hacerlo en orden, es decir, se puede visitar primero el templo y luego pasarse el día completo haciendo Koras a su alrededor.
Son muchos los peregrinos que depositan sus oraciones en estas ruedas grandes porque saben con certeza que muchos otros están girándolas constantemente, es como un "gana diario" de oraciones que van acumulando mérito todo el tiempo. Si uno es curioso y abre una de estas ruedas, verá que en su interior hay kilómetros de oraciones enrolladas en mora de ser atendidas.
Uno de los Koras que más me sorprendió el que se hace alrededor del Templo del Jokhang, pues los peregrinos son bastante fervorosos y se animan a hacerlo sumándole el Chaktsal (postración) que es el ritual más eficaz de demostrar su devoción, y consiste en juntar las manos en posición de oración o rogativa y con ellas tocarse primero la frente, luego la garganta y por último el corazón, luego hacen una venia y se tienden completamente en el piso deslizando los brazos hasta donde dé la longitud de su cuerpo y ese punto marca el siguiente lugar para repetir la misma acción ritual una y otra vez hasta completar el Kora. Es un ejercicio bastante fuerte y lento, pero lo hacen desde los niños hasta los viejitos, y cada quién se amarra con resortes un pedazo de cartón bajo la palma de las manos para no herirlas con la cantidad de repeticiones y claro, ello también les permite deslizar el cuerpo de manera más fácil.
Al igual que sucede con los Koras, el Chaktsal también puede hacerse de manera independiente y para ello hay destinados en los templos unas especies de atrios donde la gente pasa el día haciendo estas repeticiones una y otra vez en el mismo punto. Pero al igual que sucede en Arabia, donde los musulmanes rezan en el sitio que los coja, allí también vi a muchos peregrinos haciendo sus postraciones en la calle.
Las imágenes al interior de los templos tampoco dejan de sorprender, cada peregrino va con sus ofrendas, se para frente a alguno de los cientos de budas y sirve agua o té en los cuencos que hay para hacerlo, luego ponen un par de cucharadas de mantequilla de Yak en las veladoras para siempre mantenerlas encendidas. Las lámparas y veladoras de todos los templos tibetanos están hechas con mantequilla y no con parafina como las nuestras. Pero lo más impresionante es que los peregrinos siempre van con fajos de billetes de baja denominación haciendo las ofrendas, es curioso, pero hay billetes en todas partes, en cuencos, en poncheras, en baldes, en el piso, en las mallas que protegen los budas, ¡en todas partes! Y al otro lado del templo siempre hay monjes separando los billetes por denominación y organizándolos como en un banco.
En muchos templos te cobran por hacer fotos interiores. Los monjes te dicen que es a modo de donación, pero a medida que te vas adentrando en ellos y que el grado de tenacidad o fuerza de los Budas va aumentando así mismo lo hace el precio de las fotos. Si es un Buda de esos que mide cinco pisos de altura y que ellos consideran que es muy milagroso, pues la foto puede ser carísima y si detallas la denominación de los billetes que la gente ofrenda en estas capillas, te das cuenta que aquí la gente deja en sumatoria fortunas.
Aunque el turismo en el Tíbet va en franco aumento, no es muy común ver gente occidental por allí caminado. La mayoría del turismo tibetano es chino y otras comunidades asiáticas budistas que van allí a hacer sus peregrinaciones de vida por considerarlo un sitio sagrado. Esto hace un poco molestos los recorridos dentro de los templos, ¡claro!, lo digo desde mi posición de turista, porque para ellos el molesto y el fuera de lugar soy yo. Digo molesto porque los recorridos en los templos son muy estrechos y los peregrinos están en su afán por hacer el pequeño Kora de cada capilla y se forman atascos interminables entre gente que huele a leche, a humo y a ganado por ser gente nómada de montaña y si a eso le sumas los inciensos de la capilla y tu constante mareo por la altura, es un coctelito que deseas terminar pronto.
Otra cosa son los alucinantes paisajes que se dan entre las ciudades Tibetanas. Hicimos el recorrido entre Lhasa y Shigatse (segunda ciudad del Tíbet) a lo largo de los 640 Km., de carretera y diez horas aproximadas de viaje. Fue realmente maravilloso surcar los caminos entre los Himalayas donde los paisajes cambiaban considerablemente más o menos cada 40 minutos. Atravesamos nieves, páramos, montañas de desierto rocoso, lagos sagrados e impresionantes como el Yamdrok-tso que pudimos apreciar en toda su magnificencia desde la montaña sagrada de Kambala (4700m) y como afortunadamente contamos con condiciones de clima favorables, pudimos ver en el horizonte el monte Nojin Kangtsang (7191m). Mientras yo me sorprendía con el increíble e intenso color turquesa del lago y de la cantidad de coloridas banderitas de oración que ponían por doquier los peregrinos, no podía dejar de reírme de K quien se encontraba maravillada con los cientos de Yaks que había en el lago.
Fue bonito estar lejos de Lhasa, que aunque es la ciudad de los templos y peregrinaciones, también está actualmente invadida por una oleada de chinos que están trayendo la modernidad y la infraestructura que hasta hace muy poco los tibetanos desconocían.
Salir de Lhasa te deja apreciar con mayor claridad la composición elemental de la sociedad Tibetana que fundamentalmente está dividida en tres: Los Drokpas (nómadas) que se dedican a la ganadería, Los Nongpas que son agricultores y finalmente Los Sanghas que son las comunidades de monjes y monjas. A todos puedes verlos en su entorno cotidiano en las carreteras e incluso puedes hablar con los monjes en los monasterios de Kumbum en Gyantse (pueblo a medio camino) y en Thasilhumpo en Shigatse. En Lhasa puedes tratar de acercarte igualmente a los monjes, pero se te reducen las ganas apenas los ves chateando por Black Berry.
Finalmente puedo decir que es un viaje increíble, que simplemente sentarse a ver la devoción con la que los peregrinos acuden a las copiosas cuestas a hacer sus Koras en el monasterio de Drepung; ver las conversaciones místicas y gestuales de los monjes en el monasterio de Sera, perderse a degustar las delicias de unos buenos momos al vapor por las callejuelas del Barkhor y compartir una buena taza de Té de mantequilla de Yak bien merecen la pena este viaje.

Kalee Pay (Hasta Pronto)…!

8.26.2010

Comunicado # 21. Volando en Medio Oriente. ¡..Lidiando con la cultura..!


Hola a todos. Una de las prácticas más habituales en Medio Oriente es el tener que volar a menudo bien sea por motivos laborales, o bien, por las recurrentes (..y por que no decir necesarias) escapadas de viajes cortos que nos permiten respirar aires diferentes al usual polvo amarillento que vive posado sobre esta región.
A diferencia de Colombia, donde los precios de los billetes de avión nunca son baratos, aquí el transporte aéreo es el más usado precisamente por la facilidad de encontrar precios cómodos al bolsillo y una amplia oferta de aerolíneas.
Lo que nadie nunca imaginaría es que una región en la que abundan los recursos económicos tenga también uno de los paisajes urbanos más desagradables en los que se pueda estar: sus aeropuertos. Estas infraestructuras, que en la mayoría de los casos son la cara amable y sobre todo la que da bienvenida y por ende la primera impresión de un país, aquí lastimosamente son espacios que dan bastante grima y desazón por todo lo que en ellas se aprecia. Ni siquiera lo fastuoso y contemporáneo de diseños como las terminales aéreas de Dubai, Abu Dhabi o Jeddah alcanzan a disipar la cara de asombro del desprevenido visitante que llega por primera vez a la región o bien el veloz e inconforme paso de quienes ya llevamos un buen tiempo por estos parajes.
Contextualizando un poco, es bueno exponer que los aeropuertos de Medio Oriente son las ferias del racismo por excelencia. En ellos se da la construcción de una de las imágenes que más queda fijada en el imaginario colectivo de todos lo que han pasado alguna vez por ellos, y es la de ver cientos de pakistaníes, indios, nepalíes, etc., ocupando los corredores a modo de camas y salas de espera, porque prefieren dar el paso al sitio donde las miradas despectivas no se reciban directamente y sean cambiadas por la indiferencia con la que pasan los viajeros del resto del mundo que circulan por el poco espacio que queda disponible en los corredores. Yo diría entonces, que es lo más parecido a un campo de refugiados a la espera de ayuda humanitaria. La imagen es muy deprimente puesto que esta gente debido a la pobreza de sus países usualmente no llevan maletas para su equipaje de mano sino bolsas de supermercado, o lo que es peor, sábanas amarradas con cuerdas a modo de tula. Y eso por no mencionar que en la mayoría de los casos cuando se está haciendo la fila para el Check-in siempre hay un policía o un empleado de la aerolínea separando y clasificando la gente en filas diferentes. Es un procedimiento que se hace al ojo, pero es casi evidente que separan a quienes van bien vestidos y con maletas de un lado (normalmente a la fila de que se mueve rápido y con buena atención) y otra fila en la que se atiende a ese resto que con razones de sobra mira con desidia y desaliento el como se les atiende de malagana y en ocasiones con gritos que les recuerden su origen pobre y la condición de inferioridad que se han inventado para ellos en los países árabes. Así mismo sucede (particularmente aquí en Riyadh) en las filas de inmigración para entrar al país, donde uno pasa en diez minutos el proceso y deja atrás las filas de aquellos que bien pudieron haber llegado horas atrás, pero por el simple hecho de recordarles la diferencia, los dejan ahí sin atenderles y sin que les importe mucho. Por eso cuando vas las bandas a recoger tu equipaje, debes sortear los pasos entre las muchas cajas y guacales que hacen las veces de maletas y que seguro están ahí desde hace horas.
Para quien llega por primera vez no deja de ser una sorpresa negativa lo que hasta ese momento ha visto, y no menos lo será esa primera e inolvidable imagen de cuando se sale a ese espacio donde se espera con carteles a los viajeros y lo que se encuentra es una cantidad de gente con túnicas, mal olor y mirada triste. Algunos de ellos sentados en el suelo, otros tantos con los pies descalzos montados en las sillas de espera y el resto con ese particular "agachado" que asumen cuando quieren descansar. Los tres segundos que dura ese impacto son suficientes para alcanzar a preguntarse: "¡Ay juepu..a!, ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?". Pero bueno, ya eso es harina de otro costal.
Es también común sentir un ambiente de zozobra y silencio sobretodo en las terminales aéreas de Arabia Saudita (Riyadh, Dammam y Jeddah), donde los policías de aduana son mala clases, donde son muy pocos los sitios en los que se puede compartir un café, donde no hay comercio en el que distraerse mientras se espera, salvo un pobre kiosco donde venden dátiles, cigarrillos y poco más, y donde además, si miras alrededor, la mitad de la población son mujeres vestidas de negro y tapadas hasta la médula, es como si estuvieses en medio de una convención de Batman jubilados. Y eso sin contar que aquí los corredores son usados en su mayoría como mezquitas improvisadas y es habitual ver cantidad de hombres haciendo gala de su fervor islámico, incluso tienen un buen número de ejemplares del Corán en pequeños atriles en el suelo. Es, en definitiva, un aeropuerto donde priman la monotonía y las ganas de salir pronto de ahí.
La situación no cambia mucho si abordas alguna de las aerolíneas de bajo coste del Golfo Pérsico (Saudi Airlines, Gulf Air, Nas, Sama, Egypt Air, Air Arabia, etc.) pues las azafatas también son bastante conservadoras en atuendo y son de pocas palabras. Todas las pantallas del avión señalan indefectiblemente la Meca y como se va rotando la posición con respecto a ella según la ruta que sigue el avión. Esto se debe por supuesto a que si durante el vuelo los coge la hora del rezo, pues deben tirarse ahí en el corredor a rezar y saber con certeza hacia donde dirigir la oración, como me ha tocado verlos varias veces. Hay algunas aerolíneas como Saudi Airlines que tienen aviones con los últimos 16 puestos de la galería central cancelados para dar lugar a un pequeño salón de rezo que hace las veces de mezquita a bordo.
Una vez que estás dentro del avión con la certeza de que desde antes ya te han asignado un puesto que nunca estará al lado de una mujer (a no ser que sea la tuya propia), es cuando empiezas a corroborar la falta de cultura tan tremenda de esta gente que se cree dueña del mundo. Las azafatas pasan muchas veces por los puestos repitiendo: "Señor por favor, sea tan amable de abrochar su cinturón de seguridad, miré que ya es la cuarta vez que se lo recuerdo" Pero muchas veces no se logra dicho cometido y la azafata termina también haciéndose la de la vista gorda y se quedan como pensando: "¡Ah! Listo pues gran güe..n, entonces que te coma el tigre, ¡porque lo que soy yo, no insisto más!". No las culpo, pues a veces reciben agresivas respuestas que descolocarían a cualquiera: "¿Cuál seguridad? La seguridad no depende de un cinturón sino de la voluntad de Dios si Dios quiere que yo me muera que así sea, pero usted no me va a obligar a usar ese cinturón", y bueno, pues exactamente lo mismo con el uso del celular.
Luego de estas escenas previas, el avión comienza su lento recorrido por la pista mientras el capitán anuncia que pondrá la oración del profeta para los viajes, y acto seguido comienza un sonido gutural aterrador que muchos rezan al unísono y que al menos a mi, me causa una especie de miedo porque suena a algo apocalíptico y siempre miro de manera automática hacia atrás a ver si no viene un loco a inmolarse en medio del avión. Por fortuna, esto solo dura unos cinco minutos y finalmente el avión emprende vuelo.
Una vez alcanzada la altura que autoriza el zafarse del cinturón de seguridad y también el paso del servicio a bordo. Empiezan a repartir el menú que curiosamente siempre es el mismo: "Chicken kabsa" que es una especie de arroz con pollo y especias, o bien, el nunca bien ponderado "Lamb" que no es otra cosa que el popular cordero.
Que no varíen el menú no es tan desalentador como el verlos comer. Si tienes suerte y te toca un occidental de vecino puedes darte por bien servido porque no verás como a tu lado hacen bolas de arroz con la mano y se las llevan directamente a la boca a velocidades alucinantes y sin siquiera desempacar la bolsita de los cubiertos. Confieso que muchas veces se me ha cerrado el apetito al ver tamaña escena primitiva. Pero bueno, supongo que ellos también nos verán raros y complicados al usar utensilios para comer diferentes a la mano.
Otro de los detalles incómodos es ver lo nerviosos que se ponen cuando ocurren las frecuentes turbulencias que se sienten como un segundo de vacío dentro del avión y que son totalmente normales. Cuando esto pasa, esta gente saca de los bolsillos la Misbaha que como alguna vez les explicaba, es algo más o menos equivalente a la camándula con el que las señoras cristianas cuentan los "mil Jesuses". Se ponen entonces a rezar de manera fervorosa esas guturales y entreveradas oraciones que no hacen sino transmitirte un miedo que antes no te daba y que acaba por perturbarte la concentración de la lectura o lo que es peor, espantarte el sueño.
En fin, a veces es como paradójico eso de tener infraestructuras físicas potentes y modernas pero llenas de espectáculos circenses en su interior. No digo yo que seamos en Suramérica la mata de la civilización, pero casi prefiero estar de vecino de viaje de ese señor que aplaude cuando el avión aterriza en Rionegro y que mientras bota lagrima grita sin ninguna pena: "!Que viva Medallo y Sabaneta Jijueputa…!" porque este personaje al contrario de transmitirme miedo, seguro me saca una sonrisa.





Hasta una próxima ocasión.

6.26.2010

Comunicado # 20. Historias de la calle. ¡..Y otros cuentos inverosímiles..!

Hola a todos. Un par de meses atrás, atendiendo la tradicional invitación árabe de tomar el té mientras esperas a que llegue la persona con la que necesitas reunirte, me encontraba en una de las oficinas temporales de obra conversando con algunos ingenieros Jordanos quienes llevan alrededor de dieciocho años viviendo en Riyadh. Durante el fluir de la charla, uno de ellos me preguntaba con cara de incertidumbre que si estaba de mal humor, que se me veía molesto, a lo cual respondí que si, que efectivamente estaba en lo cierto, le conté que tan solo diez minutos atrás, camino hacia donde nos encontrábamos en ese momento, algún Saudí salvaje me había atravesado su carro casi al punto de chocarme y lo peor era que casi ni se había dado por enterado, puesto que el periódico que venía leyendo mientras conducía lo tenía totalmente enajenado de la realidad. En ese momento todos estallaron de risa y me dijeron que comprendiera a los Saudíes, que no la habían tenido para nada fácil al bajarse de los camellos a los Ferraris y que si esas cosas me sorprendían que pusiera atención a lo que me iban a contar porque seguro me iba a quedar con la boca abierta. Acto seguido empezaron a soltar una sarta de historias en exceso cómicas casi al punto de lo increíble, pero que aquí ya han hecho carrera de mito urbano y hoy en día la gente las tiene asumidas como certeras.
Me gustaría, antes de comenzar a contarles las famosas historias, hacer un paralelo que a mi juicio vendría bien para entender un poco bajo el esquema de "similitud comparativa" algunos de los excesos y las ignorancias de esta sociedad Saudí: mientras todos reíamos con las historias que relataban los jordanos, no podía dejar pensar que lo que ocurrió en Arabia Saudí treinta años atrás fue exactamente los que le ocurrió (…y casi realmente en forma paralela) a los "Beverly Ricos", esa familia campesina de la televisión ochentera que se hizo rica de la noche a la mañana cuando encontraron petróleo en su finca y se trasladaron a vivir a "Beverly Hills" el para entonces más prestigioso barrio de Los Ángeles, California. Recuerdo que la serie se burlaba de todos los improperios que cometían aquellos nuevos ricos producto del físico desconocimiento de la ciudad y sus comodidades y de una sin igual falta de clase muy propia de aquella tribu urbana que en Medellín conocemos como "caranga resucitada".
Pues bien, una vez hecho el paralelo y entendiendo que mas o menos igual se comportan los saudíes, procedo a contarles las historias.
Me decían entonces los jordanos que cuando los gringos llegaron a Arabia como consecuencia de las primeras explotaciones petroleras, traían consigo un lujoso Rolls Royce de la época como regalo para el Rey en agradecimiento por los favores recibidos y que una vez le hicieron entrega del cumplido, salieron todos sus trabajadores con grandes bidones de agua para que bebiera el animal, ¡je,je,je! Nunca habían visto un carro en su vida.
Pocos años más tarde, cuando los carros comerciales fueron ya una realidad y la gente comenzó a adquirirlos ¡Oh sorpresa! De ver que cada que llegaban a su casa o a cualquier tienda amarraban el carro a un palo, palmera o a lo que pudiesen para que no se les fuera a volar. Como si el vehículo tuviera vida y voluntad propia. Aun tenían la cabeza en el "chip" del camello. Yo no se ustedes, pero yo escuchaba estas historias callejeras y me partía de risa, al mismo tiempo que les increpaba a los jordanos que eso no podía ser verdad y ellos se defendían diciéndome que era en serio, que hoy en día lo que yo juzgaba como "incivilizado" no era nada comparado con lo que sucedía veinte años atrás.
Al igual que con el asunto de los carros, con la bonanza petrolera también comenzaron a llegar al país las marcas mundiales que ven oportunidades donde sospechan prosperidad y desarrollo. Fue entonces cuando llegó el primer Mc. Donalds y con ello la dificultad de la gente para entender que los menús que allí se ofrecían tenían precio fijos. Llegaban a la caja a decir: "Oiga, quiero el menú tal y tal pero tengo tanto en el bolsillo… ¿En cuánto me lo deja?", es decir que estos conchudos llegaban a pedir rebaja en el Mc. Donalds como si la insigne marca del payaso se los fuese a conceder de verdad.
No mejor suerte corrió la prestigiosa marca de carros Porsche quien al cabo de un par de años de haber ingresado al país redujo considerablemente su reputación y en consecuencia sus ventas debido a que muchos de los que compraron los afamados carros sufrieron accidentes mortales en ellos. Lo que les llevó a concluir que la marca era muy peligrosa, pero nunca aceptando que no sabían conducir apropiadamente (incluso hoy en día siguen sin reconocerlo) y que su poca pericia conduciendo se limitaba solo al camello.
Tampoco ha dejado de sorprenderme y muchos menos de darme risa lo que ponía hace unos meses la prensa saudí para dar cuenta de la explicación de los desastres ocurridos en Riyadh a causa del fuerte temporal de lluvias ocurrido en Febrero. Resulta que el Rey envió una comisión de desastres a evaluar el porqué de las inundaciones, argumentar todas sus causas y así tomar las precauciones necesarias para otra próxima eventualidad. Pues la conclusión de la comisión de expertos fue nada más y nada menos que todo había sido un castigo de Dios, que no había otra causa y que tampoco había más que hacer que seguir contribuyendo con la causa islámica, para seguir velando por la fe, puesto que todo esto estaba ocurriendo porque hoy en día había más infieles. Días después si contrataron una segunda comisión que de verdad determinó que el problema es que cualquier ciudad sin alcantarillado padece inundaciones en los temporales de lluvia.
Como ven, no todo lo que ocurre por aquí es sórdido y oscuro, también hay abundancia de materia prima de primera calidad para hacer guiones de series inverosímiles, pero que de seguro nos sacarían carcajadas a montones. Habrá que ponerse en la tarea, puesto que con lo ñoña que es esta cultura, no creo que tengan siquiera la capacidad de burlarse de si mismos.


Hasta una próxima ocasión.

4.02.2010

Comunicado # 19. De ocio por Riyadh. ¡..Y demás posibilidades de coger todos los vicios..!


Hola a todos. Encerrado en el carro, cuando el tablero electrónico marca las 6:03 p.m., y suena de fondo el track número 6 de algún CD de Jack Johnson y mientras espero en el parqueadero exterior de uno de los aburridos centros comerciales de Riyadh a que pasen los 25 interminables minutos del rezo de las 6:00 p.m. pienso en lo que tiempo atrás les contaba que considerábamos como restrictivo en términos de ocio en Dubai, y que paradójicamente, ahora, dadas las condiciones restrictivas de Riyadh, aquello mismo, podríamos considerarlo el Paraíso.
Para poner un poco las cosas en contexto, me permitiré refrescarles lo que ya algunas otras veces les he mencionado sobre las penurias que constantemente pasamos por vivir en el mundo musulmán, pero que hoy son el pan de cada día por habitar en la más restrictiva de las ciudades practicantes de dicha religión. Aquí, la religión tiene prácticamente todo prohibido, cualquier cosa del mundo que nosotros consideramos "normal" es vista como algo que puede atentar contra la moral y las buenas costumbres del Islam, y es por esto que en Riyadh no hay discotecas, ni bares, ni cines, ni teatros, lo centros comerciales los fines de semana están disponibles solo para familias, lo cual nos excluye a los que somos solteros evitándonos la entrada con un guarda que nos detiene en la puerta; tampoco hay libertad de salir entre solteros de distinto género, los noviazgos no existen (al menos en el terreno visto y legal); el Internet por supuesto es restringido y ni siquiera a SoHo se puede acceder; las mujeres no pueden trabajar ni conducir; el consumo de alcohol es prácticamente impensable (de nuevo, al menos en el terreno visto y legal) y ni siquiera existen las pruebas de alcoholemia en los retenes porque se supone que el licor es inexistente. Solo hay dos emisoras y además son en árabe: en una se transmite el Corán todo el día y en la otra solo noticias; en algunos sitios de la ciudad se puede "piratear" una emisora con musiquita en inglés que viene de algún Compound privado, pero nada del otro mundo. Tampoco hay música en ningún sitio y esto si que es raro y molesto, porque cuando vas a un restaurante o a un café, al haber dicha ausencia de música, el sonido de cubiertos, vajillas y voces vecinas es ultra presente. Y bueno, la verdad es que podría seguir con una interminable lista de prohibiciones y cosas absurdas, pero ya a estas alturas todos se deben estar preguntando ¿Cómo diablos hacemos para sortear la vida en este desierto sin caer presos de la rotunda aburrición?, para ser transparentes, debo decir que es común que todos caigamos eventualmente en este estado, pero también, la situación misma hace que la gente sea creativa y genere espacios de esparcimiento de manera habitual. Por eso no es gratuito que Riyadh sea (al menos en mi opinión) la ciudad del mundo con menor capacidad a la espontaneidad de algún plan, aquí uno está agendado al menos con 15 días de anticipación. Es muy curioso como a uno lo programan con tanto tiempo de antelación para el cumpleaños de fulanito, para la despedida de menganito, para una comida en tal y cual parte, para una ida al desierto, etc. Pero es tanta la restricción de entrada a los Compounds y los planes que la gente arma, que necesariamente hay que saber de antemano con quien se cuenta y con que tiempo se hacen, no vaya a ser que se crucen los eventos.
En Riyadh, uno de los agentes más importantes en la adaptación es el instinto de supervivencia, éste, como buen motor de muchas de nuestras actuaciones en la vida, hace que nos las arreglemos de diferentes maneras para hacer del sórdido contexto lo más parecido a lo que nos hace felices en nuestro sitios de origen, por ejemplo, para nosotros que somos oriundos de un país caribeño, donde prácticamente es impensable una reunión sin un traguito que la amenice, aquí hemos aprendido a hacer vino y cerveza caseros, ya incluso hasta catando para determinar cual es el mejor, o en su defecto, mejorar la receta de las próximas "cosechas". Hay también quienes ya producen Baileys y otra cosa maluquísima llamada "Sadiki" que es algo medio camino entre Vodka y aguardiente, pero que a la larga no es otra cosa que el modelo árabe del embrutecedor y vulgar "tapetuza".
Para el asunto de la música no hemos tenido mayor problema porque aquí el IPod es un artículo de primera necesidad y cada quien carga uno en el bolsillo a todas partes. También es bastante habitual el consumo de otros "Gadgets" tecnológicos como GPS (para no perderse entre los vericuetos de esta ciudad), discos duros para poder almacenar todas las películas bajadas (léase pirateadas) de Internet que intercambiamos a diario, y la gran mayoría tiene en su casa alguna de las famosas consolas Wii, Playstation o X Box.
Paradójicamente, creo que Riyadh, aunque no lo parezca, puede ser un sitio peligroso para coger todos los vicios, aquí, quien llegó sin saber jugar billar, al cabo de pocos meses ya podría tacar con una sola mano, quien no sabía de póker, hoy sería temido en las Vegas, aquí cada uno domina más o menos 6 tipos de juegos de cartas y se mueve con facilidad en ellos, del dominó ni se diga y cuando hay la menor oportunidad de tomarse unos tragos de verdad (es decir, no caseros) hay que tomárselos todos porque no se sabe cuando será la próxima. Debo decir, para que no suene todo a panorama oscuro y terrorífico, que como en todas partes, se consigue de todo y más aun donde todo es prohibido, solo que se consigue a precios tan astronómicos que no merece la pena la inversión, por ejemplo, una botella de whisky en el mercado negro puede salirte en los mismos 800 mil pesitos, que comparado, eso no vale ni en Mango´s en Medellín en zona VIP y con mesero exclusivo.
A menudo hay fiestas, aunque yo personalmente no he podido acostumbrarme a ellas porque carecen mucho de espontaneidad. En su mayoría, se hacen en los salones de recepciones de los Compounds y normalmente tienen un tinte "ñoño" como de fiesta de quince, pero esta vez no actuando del lado de la juventud llena de hormonas por desaforar, sino del lado de los papás que sentados en una mesa, discuten (mientras se atoran del infaltable menú árabe de Hummus, Tabuleh, shawarmas y kebbabs) la primera media hora de lo mierda que es vivir en Arabia y después si, de cómo arreglar la política del mundo. Luego, hay un mundo reservado para unos pocos, donde hay que hacer lobby con mucha gente para que algún día te dejen acceder a los pantagruélicos "after parties" llenos de las actuaciones excesivas que son consecuencia de tener la cabeza en el "switch" de la prohibición. Eso sí, como falles una vez a una invitación de estas, no te vuelven a invitar más porque tu cupo será llenado por algún otro fulano ávido de experiencias que rompan con la monotonía de esta ciudad.
El asunto de los centros comerciales, es algo que ya tampoco me afecta, no tiene sentido ir a un sitio donde solo vas a ver un mar de bultos negros caminando en manadas y donde ni siquiera puedes distinguir (salvo lo que te diga la intuición al detectar maneras de caminar) si lo que hay bajo ese traje de Ninja es una viejita o una mamasita. Y sucede exactamente igual con todo sitio público de "ocio compartido", y más si tenemos en cuenta que todo está dividido en dos espacios que no tienen contacto alguno entre ellos: un lado está reservado para familias y el otro para solteros hombres, lo cual hace perder gran parte de la gracia que tiene el performance de ir a un restaurante y ver la gente, ver pasar los platos, ver quien llega, las pintas, la musiquita, etc., aquí cuando se ingresa a la zona de familias estás encerrado en un cubículo con cortinas o biombos que no te dejan ver las otras mesas (que por supuesto también son cubículos encerrados) y que cada que el mesero llega tiene que medio gritar: "¿Se puede?" y uno lo autoriza desde adentro, y si como cosa rara a alguno de estos agentes de la sociedad secreta se le olvida traer cuchillo, o te trae el jugo que no es, debes tocar un timbre para que este venga a atenderte. ¡Ah!, olvidaba decirles que a zona de familias solo puedes acceder siempre y cuando entre el grupo de amigos que salen a cenar haya al menos un matrimonio. Hay algunos sitios equipados con zonas de comida "abierta" es decir, sin biombos, pero igual solo para familias.
Bueno, de todas maneras yo creo que nosotros los occidentales nos las arreglamos para pasarla bien, y mal que bien, se ha aprendido a ganar tiempo para otras historias que también traen beneficios personales, aquí, como decimos en Medellín, se le ha metido fuertemente el diente al tema gastronómico y hoy en día nos tomamos el tiempo para preparar platos que son lentos y trabajosos, y se ha abandonado esa idea de nevera de soltero en la que solo hay cerveza, media de guaro empezada y dos limones secos, ¡no señor!, aquí uno se cuida y come sano y con tiempo. Incluso hemos institucionalizado desde hace unos meses para acá, algo a lo que llamamos "Jornada Gastronómica" donde nos reunimos varios compañeros de trabajo con sus familias y cada uno debe llevar un plato típico de su país, y créanme, hemos probado manjares a la vez que hemos logrado que muchos otros se interesen por la gastronomía Colombiana.
Es igualmente común que la gente le saque más tiempo a los Hobbies que lo que le sacaría estando en su vida normal en el país de origen: hay algunos que pintan, otros Internet-adictos, otros se abandonan a la música, etc., en lo personal se lo dedico a lectura, a la fotografía y en ocasiones a escribirles para hacer catarsis. También, y aunque no se nos note (porque después de los 30´s esa barriga no la tumba ni el patas) hay buen espacio para el gimnasio. Como ven, siempre algo se inventa para pasar el tiempo.
El otro lado del asunto, como alguna vez les contaba, es que nosotros somos una minoría de la población. Pero ¿Qué hay de la población local que si está sometida a todo el régimen islámico? En Arabia, el ocio está reservado solo hasta la niñez, donde aun pueden jugar, o disfrutar de algunos de los escuetos juegos que hay en algunos centros comerciales. Pero cuando esta gente se hace adolescente ya no hay más diversión, la vida se les vuelve monótona porque adolecen de todo lo que les enunciaba al principio, y los crían haciéndoles ver que todo es malo. Lo que no pueden restringirles es esa cantidad de hormonas que no se gastan en nada y que como es natural, necesitan exteriorizarse. Por ello mismo no es gratuito que esta gente maneje como bestias en las calles, a veces jugando a hacerte creer que te van a chocar, maltratan los carros haciendo trompos y pican motos por doquier. Pero nada de esto es suficiente, por eso muchos de ellos cada fin de semana y haciendo gala de su ferviente doble moral, emprenden el camino de tan solo 3 horas que nos separan de Bahrein, un pequeño país vecino (también musulmán, pero que se hace el de la vista gorda) que no es otra cosa que el más grande paraíso del alcohol y la prostitución en Medio Oriente, pero esto es un tema que merece capítulo aparte, por ahora, basta saber que cuando llegas a la frontera lo que único que ves en el horizonte es un mar de vehículos con hordas de saudíes buscando sacar la adrenalina del cuerpo. Y nada más traspasar la frontera, verlos a todos borrachos y de gancho con alguna puta filipina o rusa que por algún rato les haga olvidar su triste vida. Pero eso sí, todos llegan hipócritamente puntuales al primer rezo del sábado, aun con la mirella en el cuello y el sabor de whisky en la boca. Y obvio, como es de suponer, esto solo pueden hacerlo los hombres. Para las mujeres está reservado el centro comercial, donde todo lo que compren en compañía de sus amigas solo podrá ser lucido en sus casas porque afuera están siempre obligadas al uso de la Abaya. Cabe decir, que tampoco es que las mujeres occidentales corran mejor suerte que las árabes, porque ante su imposibilidad de trabajar, pues mientras el marido labora, ellas se reúnen a matar el tiempo comiendo prójimo en los famosos "Coffee Morning" que van rotando día a día en diferentes Compounds.
En conclusión, ante todo este panorama, es ahora bastante entendible que todos quienes habitamos como extranjeros en este país queramos cada tanto salir corriendo o preparar algún viaje corto que nos permita despejar un poco la mente de este sórdido y poco entretenido mundo, así como también es entendible la actitud espontánea de tener la cabeza como un ventilador cuando uno se sienta en vacaciones a tomarse una cervecita sin restricciones en el parque Lleras en compañía de los buenos amigos.

Hasta una próxima ocasión.