12.04.2009

Comunicado # 18. Travesía Dubai - Riyadh. 1200 Km. Comprobando que los ángeles existen..!


Hola a todos. Luego de haber resuelto todas las condiciones legales en términos de visados, licencias y bancos en Riyadh y de estar un poco más establecido, me decidí al fin a resolver de una vez por todas el único asunto de carácter legal que aun me unía a Dubai, y era el de realizar el trámite de importación de mi carro que ya llevaba varios meses parqueado en casa de unos amigos allí.
Decidí meterme en esa "vaca loca" de la importación del carrito, porque como les contaba en alguna ocasión anterior, debido a la fuerte crisis económica que aun vive Dubai, traerme el carro a Arabia era la única manera de salir limpiamente de allí y de no perder tanto en términos económicos porque nadie en medio de esa situación iba a ofrecerme ni siquiera la mitad de su valor comercial y mucho menos era mi deseo, ante la imposibilidad de venderlo, el de dejárselo abandonado al banco con una nota de "lo siento mucho señores" y engrosar la lista de los más de cinco mil carros que hasta la fecha han sido encontrados por las autoridades en el aeropuerto abandonados.
Previa partida a Dubai, estuve sondeando entre mis amigos en Riyadh, para ver quien se le medía a ese "ladrillazo" de acompañarme en la travesía de esos 1200 kilómetros de desierto que separan a Riyadh de Dubai, porque teniendo en cuenta que mis conocimientos de mecánica automotriz se limitan a cambiar una llanta y poco más, y que en trayectos como estos nadie está libre de que le ocurra cualquier eventualidad o de quedarse dormido, pues sentía que debía recurrir a la compañía de un copiloto que pudiese "cubrirme la espalda" en caso de que alguna de ellas ocurriese. Lo más grato y sorprendente fue que los candidatos no faltaron y que además mostraron bastante ánimo de medírsele a dicha aventura, pero finalmente, por asuntos de tiempos y compromisos personales quien se decidió fue David el "Alquimista".
Ya una vez teniendo la tranquilidad de saberme con copiloto a bordo, emprendí viaje a Dubai a realizar todos los papeleos que, entre otras cosas, fueron un par de trámites bastante rápidos, sencillos y de mucha sorpresa para el policía quien me asistió en el proceso, y que medio en charla me dijo: "¡Ah! ¡Van a caer los globos! Una persona que se quiere ir limpia y legalmente". Luego de eso, se echó a reír mientras removía las placas originales del carro y las reemplazaba por las azules que dan constancia de que el vehículo es de exportación. Una vez terminó, me habló de nuevo diciéndome: "¡Listo!, arranque cuando quiera para Arabia, no necesita más".
Ya solo restaba recoger esa noche a David en el aeropuerto, descansar al día siguiente haciendo "city tour" y rematar en la noche disfrutando de unos buenos momentos con viejos y nuevos amigos en barcito de playa. Valga la pena decir que lo que no adivinábamos en dicha tertulia, amenizada por un DJ que esa noche tocaba al borde de la playa mientras todos echábamos carreta con unos buenos caipirinhas en la mano, eran las sorpresas que nos deparaba la larga travesía al día siguiente.
Horas mas tarde, y después de haber descansado muy poco, finalmente emprendimos el camino que nos llevaría a la tierra del custodio de las dos mezquitas sagradas, no sin antes hacer la parada técnica reglamentaria para programar la ruta en el GPS, poner gasolina y desayunar Red Bull con Kit-Kat para evitar quedarnos dormidos consecuencia del trasnocho del día anterior.
Siendo cerca de la 1 de la tarde ya surcábamos los primeros 500 kilómetros. Todo transcurría sin contratiempos y ya el GPS nos anunciaba el pronto arribo a la frontera, con lo cual hicimos la segunda parada técnica en medio de la voraz canícula que solo sabe ofrecer el desierto puro y duro. Esta vez el motivo de la detención era acabar con toda evidencia del material "haram"(prohibido) que traíamos: unos cuantos trozos de cábano de cerdo que por ningún motivo podían llegar a la frontera, puesto que en Arabia el cerdo es prohibido.
Habiendo ya superado el tema marranito y sin dejar huella alguna, nos dispusimos a cruzar la frontera haciendo primero los papeleos del carro para sacarlo de un país e ingresarlo al otro, y creo que fue aquí donde comenzó el suplicio, primero, porque erróneamente e ignorando lo que nos esperaba, habíamos decidido aplazar el almuerzo para después de cruzar la frontera para evitar demoras. Ya para ese momento eran casi las dos de la tarde y fuera de que nos tocó esperar un rato por el rezo del medio día, cuando el fulano terminó de rezar, nos acercamos a su ventanilla y este desde adentro nos pidió paciencia haciéndonos señas con las manos llenas de arroz amarillo, para decirnos que cuando terminará su almuerzo nos atendería. Mientras tanto nos refugiamos en otra oficina mugrosa con unos funcionarios que amablemente nos invitaron a tomar asiento sin el más mínimo asomo de vergüenza de ver que nos estábamos dando cuenta que demoraban la gente poniendo cara de estar trabajando, mientras jugaban solitario.
Finalmente, el fulano que nos había aplazado, nos selló los papeles y con ellos salimos a cruzar el borde, donde el policía de frontera nos puso el sello de salida de Emiratos Árabes y nos dijo con una risita que no entendimos sino hasta 4 horas después: "ummm... ustedes salen, pero el carro no, hasta que hagan todo el trámite de aduana con estos papeles…. Tienen que devolverse en contravía y buscar el letrero que dice CAMIONES y de ahí van siguiendo las señales", y se volvió a reír. Confieso que ahí ya empecé a notar claros tintes de los ya muy famosos y padecidos ataques de la sociedad secreta y me dije: "prepárate Luisro que lo que viene es candela".
Como era de esperarse, las sospechas fueron confirmadas, el ataque estaba totalmente bien diseñado: seguimos el letrero que nos indicaron y lo que efectivamente encontramos fue un mar de camiones en donde no había ninguna señal a seguir, se trataba más bien de una cuestión de instinto que con suerte y luego de varias esquivadas de camiones finalmente pudimos encontrar la "oficina" donde hacían el papeleo que nos faltaba. Entrecomillo la palabra oficina, porque aquello no era nada parecido, se trataba de una caseta mugrosa, donde atendían a través de un par de ventanucos sucios, roídos y en los que daba asco apoyarse, y para rematar, todos los letreros de procedimiento escritos exclusivamente en árabe y por supuesto tampoco nadie hablaba inglés. La verdad estábamos un poco confundidos por no saber como proceder, además la fila de camioneros tratando de legalizar mercancías era interminable. Yo ya me estaba desesperando un poco cuando vi que David se coló de primero en la fila ante la mirada atónita de la horda de conductores Indios y Pakistaníes que no se atrevieron a manifestar ni una sola palabra en contra de la "colada" puesto que su común actitud por estas tierras de vernos "demasiado blancos" no los dejó. Recuerdo que David me dijo: "Luisro, si no es así, aquí amanecemos parcero". Yo, para amainar un poco el sentimiento de culpa por habernos colado, me dije a mi mismo: "parcero, esta gente está acostumbrada a esperar por sus permisos de circulación y ya son casi las 4 p.m. y aun nos faltan 600 kilómetros por recorrer". También era cierto que no es nada usual ver a dos occidentales haciendo trámite de exportación de vehículo por esa frontera.
Finalmente en el ventanuco me cambiaron de nuevo las placas, reemplazando las azules de exportación por unas placas temporales saudíes. Ahora solo restaba ir a pagar por el papel de legalización final, otro par de sellos y listo. Esto nos los explicó una pareja de hermanos Saudíes que viajaban con sus hijos y que estaban en el mismo trámite y que por supuesto también se habían colado al mismo tiempo que lo habíamos hecho nosotros. La ventaja era que ellos si hablaban árabe y nos añadieron lo siguiente: "Debemos apurarnos, porque nos queda poco tiempo para finalizar todo, el problema es que el banco cierra dentro de 20 minutos y está del otro lado de la frontera y los tramitadores en 30 minutos cierran hasta mañana. De todas maneras sígannos". Apenas emprendimos la marcha siguiendo a los árabes, nos vimos encerrados de nuevo entre el mar de camiones que no daban paso. Para ese momento David iba conduciendo porque yo debía bajarme en cualquier momento a firmar papeles y pagar lo restante. En medio de ese encierro a mi se me perdió la mirada, pensando en la amanecida en carretera y en la disculpa en la oficina por llegar un día tarde, pero en ese momento me dice David que siempre ha sido un tipo positivo: "Luisro, sentí pues el ángel güevón, mirá que el cuchito se bajó a pedir paso a pie". Cuando miré, efectivamente uno de los dos árabes se había bajado del carro con la "Subha" (el equivalente a nuestro rosario) en la mano, abriendo camino como Moisés cuando con el bastón abrió el océano, que para este caso era de camiones y contra el tiempo. Finalmente logramos llegar a la oficina de la legalización que parecía plaza de mercado con cajas llenas de frutas, cabras, muebles y electrodomésticos por todas partes y nos dijeron que corriéramos al banco. Hace rato no corría tanto y menos con angustia de no llegar y de ñapa atravesando la frontera a pie. Además no podía dejar a abandonado a quien nos venía guiando, quien corrió enérgicamente a pesar de ya rondar los cincuenta años. Entramos al banco de últimos, pero adentro había otras 40 personas en fila. Con lo cual llamé a David, quien se encontraba esperando en un galpón asqueroso del otro lado de la frontera y le dije que creía que no alcanzábamos a hacer el trámite.
Por fin logramos pagar, pero efectivamente ya era tarde y la policía de trámites había cerrado, así que estos señores árabes entre conversada y conversada se transaron al policía que ya se iba, para que nos ayudara a cambio por supuesto de una propina, la cual accedí a pagar. Subimos entonces al tipo al carro y casi nos hace desmayar con el nauseabundo olor que traía y aunque este detallito es muy frecuente por estos terruños, nunca vamos a poder acostumbrarnos, tuvimos entonces que bajar todas las ventanas del carro y no apagar el aire acondicionado. El tipo nos hizo parar en un descampado y me llevó a una oficina aparte, prendió luces, computador, y en un par de minutos me dio el preciado papel con el cual ya podía pasar el carro. Luego me dijo: "¡Khalas! (listo) arranque pues que eso era lo que necesitaba." Salí de allí cansado y mal genio pero ya con la tranquilidad de poder seguir el largo camino que aún faltaba. Regresé entonces al sitio donde me esperaba David, quien para ese momento ya estaba sin los árabes, quienes habían seguido su camino.
Eran ya las 5:30 p.m. y luego de haber por fin cruzado la frontera, caímos en cuenta que no habíamos almorzado ni tampoco le habíamos dado las gracias a los árabes que estuvieron siempre al lado nuestro hasta estar seguros que tuviésemos todo lo necesario para seguir.
Antes de pensar en almuerzo, decidimos tratar de alcanzar a los árabes, pero no hubo necesidad de correr, estaban parqueados en la primera estación de servicio a pocos kilómetros de la frontera. Los buscamos en la tienda, pero no había nadie, con lo cual lo más certero era que estuviesen en la mezquita rezando. Pasados un par de minutos salieron de allí, les agradecimos por toda la asistencia y uno de ello remató con lo siguiente: "Yo soy Saudí, pero que se joda Arabia Saudita y su gente. Odio esta clase de trato y lo poco organizados que son. Y, ¿ustedes que? Tienen cara de no haber comido nada, ¿cierto?, le respondimos que no pero que ya buscaríamos algo en la tienda y nos dijo: "no, no, no, no faltaba más, Mohammed, tráigale un par de sánduches y juguitos a cada uno" cosa que aceptamos entre agradecidos y sorprendidos por la amabilidad de esta gente. Luego de intercambiar teléfonos, nos invitaron a seguirlos, emprendiendo así, bajo el ocaso de un inmenso sol rojizo y de la imponencia del desierto, el camino que nos llevaría de nuevo a Riyadh.
Nuestros guías se quedaron en una ciudad a medio camino, de allí en adelante continuamos solos la ruta no sin antes hacer una ultima parada técnica, esta vez solo para permitirnos ver un espectáculo que solo puede apreciarse en entornos desérticos como este: bajarse a contemplar en oscuridad total, una bóveda celeste que solo había visto en películas y en el planetario. Fue alucinante ver tal cantidad de estrellas que, entre "fijas" y fugaces, se encargaron de cerrar con broche de oro el largo y angustioso día. Claro, eso sin dejar por fuera que uno de los señores árabes me llamó al celular, cuando sus atinados cálculos intuyeron que habíamos llegado a Riyadh, tan solo para preguntarnos si finalmente habíamos llegado bien. Como ven, después de ese último detalle, opté por creer lo que me dijo David acerca del Ángel, porque de no haber sido por este par de personajes, creo que aun estuviéramos dando vueltas en esa frontera.

Hasta una próxima ocasión.