8.18.2009

Comunicado # 16. Desde adentro del Cuartel. En Tierra de Vacas Sagradas: India….


Nota: Para comprender de mejor manera esta entrada es bueno haber leído con antelación la entrada # 8 de este mismo espacio.

Hola a todos. Tengo un vago recuerdo que de niño siempre me inquietaba de sobremanera la geografía: eso de saber sobre capitales, sobre lugares remotos, sobre países apartados, sobre cómo vestiría la gente en otras latitudes ocupaba bastante tiempo de mi vívida infancia. Luego con el pasar de los años esas inquietudes fueron transformándose en sitios concretos, que al final no terminaron siendo otra cosa que el unísono de lugares comunes cuyo génesis era la reunión de imágenes del cine, de fragmentos de textos, de historias de viajeros, pero sobre todo de “ósmosis popular”; de esa manera tan fácil de interesarnos solo por lo que nos cuentan otros o de lo que nos queda grabado por física repetición, pero nunca por inquietud propia. Por eso siento que cuando se nos pregunta: "¡Ey vos! ¿Qué parte del mundo te gustaría conocer?" Yo creo que sin falta escucharía: "¡Uy! Hermano a mi me gustaría ir a La India, o a La China, ¡ah no, ya sé! Mejor Egipto. ¡Eso! Te imaginas". Pero pare de contar. Ya sé que me dirán: "Ey Viejo, pero está súper de moda ir a Argentina y a Chile". Pero de verdad me sentiría muy contento de escuchar deseos que no estuviesen vinculados con el imaginario colectivo sino con el interés personal de enterarse que el Mundo es enorme y por ello mismo naturalmente rico en variedad.
El problema de solo tener información referida fundamentalmente por el cine, los libros o la televisión, es que en su mayoría dicha información viene encapsulada en dosis idílicas, místicas, y yo diría que hasta mágicas y que hace que elabores tu propia imagen de los sitios de una manera enamoradiza y casi perfecta, pero eso sí, nunca real. Recuerdo que algo así menciona Richard Sennett en su libro Carne y Piedra, cuando habla de la desilusión que puede causarle al hombre cuando tiene interiorizado la perfección del sexo del cine lleno de sábanas blancas, música lenta, ausencia total de sudor, de mantos que ondean suave y libremente por el ambiente e incluso del espacio mismo donde se sucede y cuando esto lo compara con el sexo real. Pues lo mismo ocurre cuando pisas las pirámides de Egipto y en vez de ver la mística y aventurera presencia de Indiana Jones, lo que te encuentras es al popular vendedor de paletas que te persigue hasta el agobio, también el señor que te quiere tomar la foto, el otro que quiere que tus niños se suban al camellito y así sucede con la mayoría de los sitios icónicos del mundo.
Por ahora me voy a ocupar del país que ya no se si cariñosa o fastidiosamente llamamos “El cuartel general de La S.S.: India” y de la fugaz visita que con motivo del matrimonio de un buen amigo tuvimos la oportunidad de vivir.
Antes que nada y después de este “ladrillazo” introductorio quisiera manifestar que siento mucho que lo que les cuento a continuación sea una de esas desilusiones de las que hablaba un poco más atrás porque nada mas alejado de esa India mística de ensueño, de esa India milenaria que llevamos soñando conocer toda la vida a lo que te encuentras en la realidad. De todas maneras esta fue una de esas experiencias a las que uno acude como soldado avisado, porque esto de vivir en medio oriente ya te va dando cierta experiencia con el personal de la India y cada unos de sus agentes S.S. (valga la pena decir: unos 1.100 millones) ¡Y como no! de sus expertos ataques al hombre occidental.
Uno aborda el avión con una sensación dual, medio molesta, que creo viene de la dicotomía de estar por un lado fascinado por saberse rumbo a esa India maravillosa y tradicional, pero molesto por el otro, porque acaban de pasar las azafatas rociando ambientador a dos manos a lo largo del avión para mitigar el olor tan maluco y muy propio de esta gente, y esto ya te iba dando una idea de lo que te esperaría al llegar. ¡Y ojo! No es xenofobia, huelen así, como a especias, a curry, a sopa. Es más, recuerdo a varias amigas azafatas en Dubai como refunfuñaban cada que les tocaba un vuelo a India, Sri Lanka o Pakistán, todas coincidían en que se ponían un poquito de mentol o de perfume debajo de la nariz para no tener que soportar el peculiar olor. Es de verdad que nosotros en nuestra cultura del “ultra aseo” no estamos acostumbrados a semejantes aromas.
Luego de pisar suelo Indio, y una vez has logrado superar los controles de inmigración que significa entrar por New Delhi y sus apretadas filas, quedas ya a merced de lo que los agentes de La S.S. tengan preparado para ti, que además, solo quiere decir una cosa: ataques múltiples inminentes.
Tomo entonces un taxi viejísimo y destartalado, bajo un calor de 36º y humedad de 70%, con un taxista que no tiene ni la más remota idea donde diablos queda el hotel, pero que arranca así sin más, y uno que ya va bastante agobiado por el calor le dice que si puede prender el aire acondicionado del carro (que aunque viejo, el carrito tenía) y el tipo te dice riéndose: “¡si! si tiene aire, pero malo” me digo a mi mismo: “Luisro: ataque #1 y contando”. Luego a medida que pasa el camino vas haciéndote conciente de la ciudad y de lo mugre y lo agobiante que es: ves basura por todas partes, todo el mundo conduce caóticamente y no usan los retrovisores, que además los tienen doblados para no rayar los demás carros cuando se juntan en cualquier semáforo, todo el mundo conduce pegado del pito que reemplaza los retrovisores porque te avisa sin error que ahí vas detrás y por supuesto que te apartes porque el otro necesita pasar. Encima conducen por el lado derecho como los británicos y uno para ese entonces aun no se acaba de familiarizar con ese lado y todo te parece contravía y ¡claro! Que todos te van a chocar; y eso sin contar la nube de los que ellos llaman “Tuc – tuc” que son unos carritos como los que tenía “todoelmundo” en la novela “Las Juanas” pero con el estilo de conducir de moto taxista costeño. Finalmente a punta de preguntar y preguntar y después de dejar descansar las manos de lo fuerte que venías agarrado en el taxi, logramos llegar al hotel donde un botones me indica la habitación y me hace hincapié en que ahí dentro del closet hay una caja de seguridad donde guardar cosas de valor. Mientras me preparo para salir a la calle, separo el pasaporte y tiquetes de regreso para guardarlos en la caja y ¡oh sorpresa! La caja no se puede abrir. Acto seguido llamo a recepción donde me envían a un fulano que me dice: “Buenos días, yo soy el manager del piso y vengo con esta llave a abrirle su caja”, el tipo intentaba e intentaba sin resultado alguno, a lo que le dije: “mira, esa llave tiene un número que no corresponde con el de esta caja. Debes cambiarla por la llave apropiada” y me responde: “¡Ah es verdad!, déjame llamar al General Manager que el hace eso”, ya yo iba anotando en mi libreta de apuntes: “Luisro: ataque #2 y contando”, luego de cinco minutos llega otro tipo, pero ya este con corbata, se presenta como el General Manager y también procede sin éxito. Este tipo usa el mismo recurso del anterior y me dice: “ummm, vamos a tener que llamar al Superior General Manager, porque yo no pude”, al cabo de un momento llegar un fulano ya canoso y evidentemente superior a los otros dos, e igualmente fracasa en el intento de abrir la jodida caja y yo ya me andaba enervando a lo que el tipo se anticipó y me dijo: “De verdad lo siento mucho señor, pero esto lo tendrá que hacer el Gerente general del hotel, pero llega hasta dentro de media hora. Pero lo invito a que pase y tome su almuerzo mientras espera”. Y suelta esa risita de amabilidad, pero que ya uno sabe que es la satisfacción de sentir como se lleva un ataque a la perfección. Yo caminé echando humo por las orejas rumbo al restaurante donde el mesero antes de tomar el pedido me pregunta que si quiero algo de beber y le digo que me traiga una Sprite. Luego de dos minutos me dice: “señor no hay Sprite, ¿le parece bien una 7up?", le digo que si, que eso es lo mismo. El hombrecito vuelve con una cosa distinta llamada Mountain green y me dice con el desparpajo de una excelente agente S.S.: “Señor aquí tiene su gaseosa, no es Sprite, pero le juro que sabe a 7up”. Allí, en esa mesa, comencé de manera automática a buscar las cámaras escondidas para confirmar que estaba en algo parecido al “Truman show” porque sentía que al otro lado de los televisores estaba saliendo como el hazmerreír de todo Bollywood y la gente en los bares y plazas de Bombay celebrando con cerveza y con letreros que ponían: “Luisro: ataque #3 y contando”.
Bajé de nuevo a la habitación con la firme decisión de marcharme sin insistir en lo de la caja de seguridad, pero curiosamente el Gerente General del hotel me estaba esperando en la puerta y cuando entramos simplemente pasó una tarjeta magnética y la caja abrió inmediatamente. Al parecer ya les había parecido suficiente con los ataques del día y me dejaron libre por un momento.
Ya para salir a hacer los típicos recorridos turísticos contraté un taxi para todo el día. Para mi sorpresa me tocó con Ajay, un conductor bastante educado y servicial quien me enseñó la ciudad y muchos de sus vericuetos de una manera bastante completa. El problema con Ajay, era que yo no contaba (o al menos lo había olvidado por un momento) con un par de detalles que son de lo más naturales para la cultura India: uno, el escupir en todas las esquinas o abrir la puerta del carro en un semáforo y hacerlo simultáneamente con otros desprevenidos conductores; y la otra, estar eructando cada que les place, por ejemplo a nuestro amigo Ajay le conté once eructos durante el día de recorridos. También tengo que contarles una metida de pata que cometí con Ajay: resulta que comencé a ver por la calle a unos tipos vestidos con pantalonetas y camisetas naranjadas cargando unos palos llenos de adornos y saliendo de una carpa con música y llena de bananos, fritos, agua, etc. Y se me ocurrió preguntarle a Ajay: “Oye ¿eso es una feria? ¿O un circo? A lo mejor vale la pena entrar". Y el tipo medio serio me responde: “No hombre, eso es un ritual anual de mi religión Hindú y lo que cargamos en esos parales es agua que traemos desde el lugar sagrado hasta estas carpas” Quedé como muñeco de Condorito: ¡Plop!
India es un país donde estos asuntos excretorios son bastante normales, pero no por eso dejan de ser agresivos y desagradables para el turismo, se puede ver de todo, desde lo que les conté con el taxista hasta gente defecando en colectivo y a la vista de todos. Aunque igual pienso que no les debe importar mucho puesto que el grueso del turismo es fundamentalmente local, o sea indios de otros estados que deben ver todo normal. A mi me seguirá pareciendo extraño, pero cuando se trata de lógicas inversas, los Indios son los campeones, por ejemplo, les preocupa que a las mujeres jóvenes se les vea algo del dorso y las mantienen bien envueltas en los Sarees (traje típico de la mujer India), pero cuando están viejitas el pudor ya no existe y andan con las carnes colgando y el Saree queda reducido a ponerse una especie de top con una manta encima pero que inevitablemente deja al descubierto esa horrible pero natural “mondonguera” que a todos nos cae con la edad.
Igualmente existe un grave problema con la natalidad femenina, puesto que se considera un verdadero problema tener hijas, porque el pensamiento inmediato es en la dificultad de conseguir la dote para poderlas casar bien casadas porque de otra manera es la mayor deshonra familiar no poder hacerlo. Por esto mismo se ha generado un problema social tremendo de asesinato de neonatas. Incluso me contaban hace poco, que hay muchísimas casas de la congregación de La Madre Teresa de Calcuta donde reciben las niñas que los padres no quieran quedarse con ellas y que igualmente no opten por asesinarlas. Simplemente las dejan allí por una ventanita que está abierta las 24 horas y te desentiendes para toda la vida de tu hija y la dejas a la buena suerte de la crianza que le den las monjitas. Y al parecer estas casas no dan abasto.
Ya para este punto, cuando llevas unos 4 días en este territorio y has recibido tal cantidad de información y así mismo la has contrastado en tu mente con tu lugar de origen, muy atrás ha quedado ya, esa imagen de India de ensueño y ya estás cansado de comer esos potajes multicolores que componen la gastronomía India y lo único que deseas es darle un buen mordisco a una hamburguesa para tratar de alejarte de ese mundo. Es ahí cuando te entra el desespero por encontrar un Mc.Donald´s, pero cual sería mi sorpresa, que al hallarlo, solo había tres productos: nuggets, wrap de pollo y hamburguesa de pollo; e inmediatamente recordé a mi profesora de primaria cuando decía: “recuerden que en la India no comen vacas porque son sagradas”. Aunque a la profe le faltó contarnos que en algunos estados Indios no se comen la vaca pero si al toro. Como ven la ilusión de una hamburguesita de carne quedaba fulminantemente desmoronada.
Como ven, India es un país de contrastes y de cosas extremas y no es ningún mito eso de que la gente va montada en los techos de los buses, ni que la pobreza es evidente a puntos de miseria: es común ver gente durmiendo en la calle, dentro de canecas, en charcos y creo que de alguna manera esto revela la existencia de gran variedad de religiones que deben tratar de ofrecer algún tipo de fe que pueda mantenerlos con vida, con esperanza, porque con seguridad ante tanta miseria en algo se habrá de creer, y a pesar de que cuando se trata de atenciones estas personas son bastante cálidas y hospitalarias, a mi me queda la sensación de que se han ido abandonado a una suerte decadente que con seguridad no tendrá un buen final. Ojalá me equivoque.

Riyadh, Saudi Arabia. Hasta una próxima ocasión.