11.16.2008

Comunicado # 12. ¡Jambo!: Desde El corazón de África.


Hola a todos. A estas alturas, ya estoy por creer eso de que “Los años no llegan solos” y cada vez estoy más convencido de que una vez más la sabiduría popular le ha atinado a la vida con este dicho. Meses atrás, no se si motivado o impulsado por la crisis pre-30’s, me dio por comenzar a pensar en que los treinta años los quería cumplir en un sitio apartado, sin mucha pompa y sin mucha fiesta, no era un sentimiento caprichoso sino algo que sentía que simbólicamente me debía pasar, …el motivo? No lo sé, pero intuyo que como expresaba un poco atrás, es una chochera de treintón y bueh…! que le vamos a hacer, se empieza a volver uno caprichoso. El caso es que la insistencia fue tal, y si a eso le sumamos la alineación planetaria, que terminé pasando unos maravillosos días en un país africano cuya riqueza de gentes, faunas y paisajes me hacen decir ahora: ¡Que dicha volver a Kenya!.
Empecemos pues conque este viaje tuvo dos momentos quizá con el mismo grado de emoción y sensibilidad que da el compartir con gente que de corazón está ahí contigo, pero también tengo claro que ambos momentos fueron lo suficientemente fuertes e independientes en contenidos como para que cada uno tenga aquí su espacio. El primero de ellos fue el que le dedicamos al safari en la reserva nacional de Masai Mara que está localizada al sureste de Kenya en la región del Serengueti cerca de la frontera con Tanzania. Para llegar allí, fueron necesarias cinco horas de viaje desde Nairobi durante las cuales el deleite por los cambios en el paisaje te hacía más soportable la brincadera del carro a causa del mal estado de la carretera. Poco antes de llegar a lo que sería nuestro hogar por los tres días que pasaríamos allí, ya se comenzaban a ver en las inmediaciones del área, pobladores de la tribu Masai quienes son los custodios del Parque. Finalmente cuando llegamos al campamento, nos presentan a Florence, la cocinera encargada de nuestra alimentación y luego, nos conducen a la carpa donde pasaríamos las noches de Safari. El sitio era bastante austero pero tenía todas las comodidades: en la carpa había un par de camas, afuera había duchas con calentador de leña y un buen comedor comunal que era el punto de encuentro de todo el mundo durante las noches. Una vez acomodados, le dimos paso a la primera tarde de safari. Fue entonces como emprendimos camino a unos de los lugares más alucinantes que he visitado. Fue solo atravesar la puerta del parque cuando ya nos recibían gacelas, venados, manadas de búfalos cebras, hienas y una jirafa que casi mete su cabeza al carro para saludarnos. El horizonte dibujaba diferentes paisajes 360° a la redonda, mirabas a un lado y podías encontrar bloques de lluvias en la lejanía, luego cambiabas de sentido y lo que tenías entonces era un atardecer hermoso que apenas y dejaba ver silueteadas las acacias en negro para darle un poco mas de drama al espectáculo, luego otra vuelta más y lo que tenías era la unión de montaña y cielos como de cuadro renacentista. Es cierto que no había caminos definidos a seguir, el recorrido era más aleatorio que cualquier otra cosa, era solo eso, se trataba de seguir la intuición a ver que nos regalaba la naturaleza durante ese recorrido, que por ser aleatorio, será recordado como único. Tengo que confesar que llegó un momento es que tuvimos que dejar de tomar fotos, sentimos que lo que mejor se podía hacer era entregarse a contemplar la inmensidad que allí se nos ofrecía. Luego regresamos al campamento a disfrutar de la paz que solo en lugares como este se pueden tener.
Al día siguiente, partimos de nuevo hacia la reserva, esta vez acompañados de otros carros que también se aventuraban aleatoriamente a encontrar animales a su paso. Cada tanto cambiábamos el rumbo debido a un llamado por radio desde otro carro para decirnos que había un león, o un guepardo, o elefantes en tal área, que entre otras cosas no deja de ser alucinante el ver a estos animales en su hábitat natural. Este día tuvimos más suerte y vimos hipopótamos, leonas, búfalos, órix, micos, zorros, jabalíes solitarios, jirafas en manadas, kudus, gacelas, diferentes antílopes, dik – diks y dos escenas que me impactaron muchísimo: una fue la migración de cebras desde tanzania, porque de repente estuvimos inmersos entre miles y miles de ellas, era muy surrealista estar invadiendo ese espacio donde todos lo que se veía tenía rayas blancas y negras. Y la segunda escena fue que estuvimos por unos 20 minutos en el borde alto de un río viendo como se juntaban en una orilla cientos de Blue wildebeest que son una especie como de toros delgados. Una vez estuvo la manada completa se arrojaron en estampida hacia el río para cruzarlo los más rápido y ágilmente posible para no ser devorados por los cocodrilos. Toda una escena digna de documental de NatGeo o Animal Planet solo que en vivo y en directo. Finalmente al caer la tarde regresamos al campamento cargados de buena energía por todo lo allí visto.
Al tercer día luego de una corta visita a una aldea Masai donde no tuvimos una muy buena experiencia debido a los deseos de marketing de aquellos aldeanos, emprendimos el viaje de regreso a Nairobi donde en las horas de la noche nos esperaba una muy buena cena de cumpleaños en el Carnivore, que es un restaurante de carnes tipo rodizio con el valor agregado de que cada noche tienen alguna carne exótica diferente para degustar, esta vez nos deleitaron con cocodrilo y avestruz. Delicioso, muy recomendado.
Con este buen momento queda cerrado el primer capítulo del que les hablaba al principio y le doy paso a la segunda parte que fue ir a compartir unos días en una comunidad Samburu al norte de Kenya invitado por una amiga que estuvo hace casi dos años allí haciendo parte de una misión humanitaria. En confesión tengo que contarles que nada más alejado de una experiencia turística que esto, de todas maneras ya me lo habían advertido así que emprendí el largo viaje sin ningún tipo de prevención. El viaje de solo 260 km aproximadamente comenzó a eso de las 8:30 am. en Nairobi y finalizó en Barsaloi a eso de la 1:30 am. del día siguiente, me imagino que la pregunta es ¿Porqué se tarda uno 17 horas en llegar si tan solo son 260 kms? Y para entenderlo habrá que poner varias cosas en contexto: lo primero es que la misión humanitaria que hay en Barsaloi esta manejada por los Misioneros de Yarumal que tienen su sede en Medellín. Estas personas, dadas las difíciles condiciones de accesibilidad al lugar, solo salen cada 3 meses a Nairobi, con lo cual cada viaje es toda una procesión, puesto que deben abastecerse de comida y gasolina para dicho tiempo, entonces parte del camino es mercando donde sea más económico, llenado tanques de gasolina de reserva, recogiendo el correo, comprando remedios, etc. Y el resto del tiempo se va en que no hay carretera en ciertos tramos, con lo cual los carros tiene que montarse literalmente por piedras y bajarlas con sumo cuidado para no voltearse, además habrá que sumarle que dichas piedras están al borde de un barranco; hay que atravesar ríos, hay que contar con que alguno de los carros se quede atascado en algún lodazal al menos dos veces durante el recorrido y que sacarlo tarde casi una hora. En fin, apenas comprensible el tiempo que tardamos con estos magos del volante, porque de verdad hay que tenerlas muy bien puestas para atreverse a conducir por esas trochas.
Una vez en Barsaloi e instalados en la casa de la misión, nos dispusimos a la tarea de compartir y conocer de la cultura Samburu y créanme que son bastantes las cosas que causan sorpresa por el choque cultural, a veces te parece mentira que aun por estos tiempos existan tales costumbres en el mundo. Para explicarlo, les haré una descripción breve: los Samburus son una tribu semi-nómada que vive prácticamente de la actividad pastoril, su alimentación no está regida por espacios temporales como la nuestra y básicamente se alimentan de Chai que es un te hecho en leche, algunas pocas veces comen algo de granos cuando la situación se los permite y otras menos frecuentes comen carne porque hay algún agasajo especial como un matrimonio, o una ceremonia de circuncisión. Es una cultura en donde la mujer es el gran bastión del hogar, puesto que es la que hace todo: cuida el ganado, recoge leña, camina kilómetros para buscar agua, cuida los niños, cocina, en fin, todo es todo. Los hombres se dedican a la defensa de la tribu y a la toma de decisiones cuando ya su edad les permite el título de sabios.
Por su poco contacto con la civilización (algunos ni siquiera han visitado nunca Nairobi, y muchos otros no hablan el Swahili que es la lengua nacional), los Samburus aun siguen conservando rituales que hace muchísimo tiempo han sido abolidos de otras culturas como la circuncisión para ambos sexos, cosa que para el caso de la mujer es una situación atroz, pero ellos lo tienen asumido como una cuestión de honor y se debe practicar en la noche previa al matrimonio, sellando con este ritual su paso de niña a mujer (aunque a veces se casen de 13 o 14 años), esta ceremonia significa mucho para ellos, porque quien no se lo practique estará condenado a ser niña durante toda la vida y a no poderse casar nunca.
Otra de las cosas que están ligadas al matrimonio es el pago de la dote a la familia de la mujer, normalmente su valor está tazado en camellos, chivos, vacas y algunos cuantos chelines, todo dependiendo del prestigio que tenga la familia de la mujer dentro de la tribu. Valga decir que como en todas las culturas, nadie quiere casarse mal casado y aquí si se ha generado un problema que a mi modo de ver es de corte mayor. Resulta que como estas tribus son bastante pobres, el acceso a las buenas mujeres (las prestigiosas) se hace muy difícil puesto que ni los muchachos guerreros ni sus familias tienen con que pagar las altas dotes que se piden por ellas, pues estos jóvenes se han dado cuenta que se pueden ir a prostituir generalmente a Mombasa que es un destino turístico playero muy apetecido por mujeres Europeas que van allí en busca de aventuras exóticas, y que mejor para ellas que un Samburu de estos que tienen cuerpo de modelos, no por elección, sino por su mala alimentación. Así han aprendido a ganar dinero “fácil” pensando en que algún día regresarán a Barsaloi con el dinero suficiente para tener una buena mujer. Pero la verdad lo único que ha dejado este negocio es una lamentable gran epidemia de Sida que ya se sale de cualquier control. Si esto solo se quedara en Mombasa vaya y pase, pero estos al cabo del tiempo terminan por regresar contagiando a sus mujeres y a toda su descendencia. Algo de estas cosas que aquí les cuento lo pudieron ver ustedes en la película La Princesa Masai, si no la han visto, se las recomiendo, fue una historia real que ocurrió en Barsaloi, así sus habitantes no tengan muy buen recuerdo de esta experiencia.
Este relato ya se va tornando muy largo y siento que me quedan mil cosas por contar: el como viven en sus manyattas (Vivienda tradicional), como son sus atuendos, la experiencia de montar en matatu (buses típicos), el gran trabajo que hace la iglesia a través de los Padres misioneros, donde ves que la vocación y el compromiso si existen, las guerras territoriales y de poderío contra la tribu Turkana, contar un poco de Nairobi y sus cotidianas Jambo (Hola) y Hakuna Matata (No hay problema) ; pero ya será en otra oportunidad que se los cuente, por ahora lo único que queda es inquietud y un poco de sinsabor de saber que tribus como esta hay por montones en este continente y que triste es entender que no cuentan para nada en ningún asunto ni económico ni político de sus países, son simplemente unas grandes y hospitalarias personas que no tienen otra preocupación que su vida en comunidad.


Hasta una próxima ocasión.