6.17.2011

Comunicado # 25. ¡Ma´Alsalama Medio Oriente! ¡El último relato!

"…Todos las rutas del Mundo empiezan en la puerta de casa..." Pablo Rey en "La vuelta al Mundo en diez años"


Hola a todos. ¡Lo intenté!, intenté por dos semanas escribir un último relato que en teoría pondría en este espacio el mismo día en que dejara Medio Oriente, pero la sumatoria de todas esas cosas que ocurren cuando se decide partir, ocuparon todos los espacios posibles e hicieron que no pudiese llevarlo a cabo como quería. Ahora que lo veo, siento que fue lo mejor que pudo haber pasado porque tal vez me hubiese despedido de esta experiencia con palabras un poco cargadas por el afán, y quizá, con un poco de mala energía por varios inconvenientes que me ocurrieron la última semana.
Hoy, ya más tranquilo, mientras comparto mesa en un pequeño restaurante en las afueras de Roma con una señora que bordea los 75 años, y que me cuenta que debido a que acaba de partir la llave en la cerradura de la puerta de su casa, se ha quedado en la calle; es apenas ahora que realmente empiezo a ser conciente que de verdad he dejado Medio Oriente. Se que suena extraño, pero pocas veces se tiene conciencia inmediata cuando se toman decisiones de este talante, muy a pesar de que desde hace poco más de dos meses cuando notifiqué mi renuncia ya tenía una fecha fijada para abandonar el país del todo. Pero las distracciones, las carreras, la imprescindible sensación de querer compartir hasta el último minuto con los buenos amigos y la necesidad de dejar todo cerrado, no te dejan espacio para que reacciones en que de verdad estás cambiando de vida. Hace dos semanas crucé inmigración como si estuviese saliendo de vacaciones, pero ya lo decía Pablo Rey en su libro "La vuelta al Mundo en diez años": "…Sucede, pasa. A veces no sabes que estas cruzando una línea hasta que estás al otro lado. Y la vida nunca volverá a ser igual…".
Creo que lo mismo sucedió cuatro años atrás, cuando aquel domingo que regresaba de cine, recibí la llamada de JCM con la propuesta de irnos a Dubai, un lugar del que sólo conocíamos presentaciones en power point, pero que no teníamos ni remota idea donde quedaba exactamente.
Siento que justamente con esa llamada se estaba cruzando una de estas líneas, pero no lo supimos sino hasta quince días más tarde cuando con pasabordo en mano hacíamos la fila en la puerta F56 de aeropuerto Charles De Gaulle para embarcar el vuelo 530 de Air France con destino Dubai.
Recordando esto, me es imposible no traer a colación algunos apartes del artículo "literatura de viajes" de Santiago Gamboa, publicado en El Espectador hace poco más de un mes. Allí, cuenta Gamboa que decía Santiago Roncagliolo  en la entrevista que le hizo a Paul Theroux (escritor de viajes) al preguntarle por un consejo para los jóvenes narradores, Theroux le dijo: "Hay dos consejos importantes: lee muchos libros y lárgate de tu casa". Cito esto, porque fue precisamente lo que hicimos: atender las palabras de Theroux, así por aquel entonces ni siquiera las conociésemos.
Todos tenemos una razón para irnos y abandonar la casa en algún momento: curiosidad, enriquecer la hoja de vida, aprender otra lengua, tener fogueo profesional en otros ámbitos, ver otras culturas, etc. Lo que nunca se prevé, es que partes con un pretexto del cual ya has creado previamente un imaginario cuasi ideal, pero nunca tendrás la certeza de lo que encontrarás en el camino, que es, sin lugar a dudas, lo que realmente construye la experiencia. Para lo demás ya estabas preparado.
Cuando se emprenden viajes y se eligen los exilios voluntarios, casi siempre se cruzan las mismas etapas: primero está la expectativa, luego viene la adaptación, luego el choque cultural, más adelante la ineludible nostalgia, luego la etapa en que te da por hacer balances que es donde aparecen las disyuntivas: "¿me voy?, ¿me quedo?, es que tal cosa es mejor aquí que allí, pero es que allí están aquella cosa y la otra"; y así te vas debatiendo hasta que finalmente llega la etapa de la toma de decisiones porque te das cuenta que no hay lugar perfecto, y que lo que si hay, son mejores estados de confort del alma. Entonces aparecen de nuevo esas líneas a cruzar cuando ya se sospecha donde es que se anhela estar.
Así mismo, he de mencionar que como en todo proceso, hay siempre un componente latente que atraviesa transversalmente cada una de esas etapas que les mencionaba, y es, digamos, el hilo conductor que las teje, que para el caso de los viajeros siempre será la soledad. Entendida, claro, desde toda la amplitud de su significado. Porque al final es un proceso individual lleno de encuentros con otros procesos individuales, que cuando coinciden, lo enriquecen, lo cuestionan, lo hacen avanzar u otras tantas veces lo entristecen. Pero es eso, así se compartan los mismos espacios, los mismos proyectos, los mismos amigos, siempre se siente en tiempos diferentes, y por ello mismo cada cual va tomando las decisiones a medida que las va sintiendo y al final en sumatoria es lo que podemos llamar "Mi experiencia".
Muchas veces, la soledad se presenta con la faceta del gana-gana y se actúa tal cual: crezco mi curriculum, viajo, ahorro esto, aprendo aquello (Individualidad pura y dura). Pero otras veces se manifiesta en su sentido más craso: ¡Que solo estoy lejos de lo mío!  Y ello puede (como tantas veces lo hizo),  arrinconarte en el extremo de la nostalgia. Por eso siempre me interesó la cita que de Kavafis hacía Héctor Abad en su libro "Oriente comienza en el Cairo": "…No hallarás otras tierras ni otros mares, tu ciudad irá contigo a donde vayas…" Porque es una cita cargada de certeza, siempre hay una añoranza de ese lugar donde construimos los lazos primarios de vida y donde siempre se anhela regresar para seguir tejiendo unos lazos más amplios. Se que puedo estar excediéndome en las citas de otros, pero de nostalgias, amor y añoranzas ya muchos han escrito y muchas veces ellos mismos han tenido la elocuencia de aquellas palabras que a veces te es difícil sacar. Por eso recurro de nuevo a Gamboa en otro fragmento del mismo artículo que les mencionaba al comienzo de este relato. Decía: "…Todo el mundo ama a alguien. Todos extrañan a alguien que vino al aeropuerto o a la estación y les hizo, a lo lejos, un sentido adiós. Todo el mundo tiene una sobrina preferida a la que le compró un vestido típico, unos padres a los que lleva una artesanía y una botella de vino. Todo el mundo ama a alguien. En el fondo es lo más banal y al mismo tiempo es lo único de nuestra experiencia…".
Dejo Medio Oriente feliz, pero no por el hecho mismo de abandonar un lugar cargado de restricciones, sino porque la experiencia fue fantástica y porque precisamente el hecho de ser un lugar apartado y lleno complejidades fue el ingrediente que permitió que los aprendizajes fueran altamente enriquecedores en todos los niveles y que dicha experiencia fuese un gran privilegio. Por eso mismo recuerdo también con nostalgia que la carcajada fue general y muy ruidosa, cuando una de aquellas noches de cine clandestino veíamos como en la película "Body of lies" que se desarrollaba en Medio Oriente, el Jefe le decía al personaje que interpreta Leonardo Dicaprio: "...Regresa conmigo a Washington, te ofrezco las mejores condiciones, ¿o qué?, ¿Te vas a quedar por aquí? Y Dicaprio le responde: "¿Por qué no?, ¡a mi me gusta Medio Oriente! Y el Jefe le dice: "Ja, ja, ja… ¡Mentiroso! A nadie le gusta Medio Oriente…" Nos reímos porque todos vivíamos en carne propia el contexto de las palabras del jefe y así mismo sabíamos que tenía un porcentaje altísimo de certeza. Casi la misma que tenemos hoy en día los que una vez nos reímos de la escena (y otros tantos más), de saber que de no haber sido por este complejo terruño nos habríamos perdido de compartir con gente maravillosa, de tantas buenas cenas, de tantas mañanas de fines de semana tomando un buen café, de haber reconocido nuestras individualidades, de las tardes de chismoseo, de la escala de los proyectos, de entender muchas facetas de la arquitectura hasta entonces desconocidas, de los viajes, las parrandas, de las serenatas que dimos, de los hermanos que gané, de aquellos que siempre nos esperaron con los brazos abiertos en las vacaciones, de los Charlies que tantas canas me sacaron, de todos los que viajaron conmigo en la distancia que siempre tuvieron alguna palabra por un chat o por correo, del fuerte vinculo incondicional y creciente que se hace con la familia, pero sobretodo el invaluable hecho de irme lleno de amigos para la vida.

 
¡...El más grande de los abrazos para todos...!

Trayecto Praga – Berlín, a los diecisiete días del mes de  junio de 2011

4 comentarios:

Carlos Pinto dijo...

No sé que haya ocurrido con la señora romana, pero en tu caso, estoy completamente seguro que hay varias copias de la llave, después de este relato que has denominado como el ultimo, yo tuve algún deja vu, entiendo perfectamente algunas de estas sensaciones y sumaría dos comentarios, Juan Carlos Pergolis habla de “las otras ciudades”, esas que siempre son la tuya, por que pareciera que llevas unas gafas de feria con un skyline en el que se intuye la figura del Coltejer, y aunque vayas cual marinero de puerto en puerto recorriendo el mundo, a veces te percatas de aquellas desdibujadas líneas que te recuerdan que tienes denominación de origen.

También me hiciste recordar alguna vez que salí de viaje a Portugal y tuve una extraña sensación al sentir que quería "VOLVER" a casa y al pensarlo detenidamente, la idea de casa, estaba ligada a Barcelona, fue un campanazo, resonó durante varios años, como un fantasma, reapareció en un barcito en Paris, en alguna discoteca llena de ecuatorianos en Manhattan o en el frecuentado cuchitril del Rabipelao en Barcelona, cada que sonaba la canción de Ruben Blades, “Todos vuelven”.

Aquí te espero, seguro de que hay muchas cosas por hacer.

4punto1 dijo...

Parcero, ha sido un placer compartir con ud algo del espacio-tiempo en MO. Un abrazo, y bienvenido (cuando llegue.....)

Carlos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Crispal dijo...

Fue un placer conocerte, parcero, y que sigas tu camino lleno de paz y felicidad hasta que nuestros destinos vuelvan a cruzarse, aquí o más allá. Y ya sabes, cuando uno pasa más de un año lejos de casa ya no se sentirá en casa nunca más. Siempre añorarás los buenos momentos perdidos e irrecuperables. Un abrazo.