3.26.2008

Comunicado # 6. Reivindicación a kish Island. Otro día en Irán. Agosto 2007.


Hola a todos. Un par de meses atrás, les escribía para contarles lo que fue una noche en territorio Iraní, como consecuencia de la renovación del visado para Emiratos Árabes. Pero como sabrán, a veces se viven experiencias que creemos interminables y tal vez hasta un poco pesadas o molestas; pero lo que nunca imaginas es que te va a tocar repetirlas y en peores condiciones que la anterior.
Esta vez quiero manifestar una reivindicación pública a lo que alguna vez les conté sobre Kish Island, puesto que ahora considero ese lugar como un tranquilo paraíso de cinco estrellas a comparación con la segunda experiencia, que a causa del mismo trámite, me tocó volver a vivir dentro de territorio Iraní. Esta vez el destino fue Qeshm Island, que para ahorrar un poco de explicación, tiene las mismas características de territorio Free Zone que las que les contaba de Kish, pero eso, y que ambas islas quedan en Irán, son lo único en común que tienen.
Comencemos pues desde la llegada a su aeropuerto. Qeshm International Airport, es algo así como un espacio de unos 300 metros cuadrados, en donde solo hay un counter para atender un vuelo de 120 personas, es un sitio totalmente militarizado y carente de cafeterías o restaurantes; tampoco tiene información al turista ni representantes de las agencias de viaje, mejor dicho es como entrar el aula máxima de un colegio con una cabina donde te sellan el pasaporte y luego ¡zaz! De una en la calle. Aquí debo aclararles que nadie me advirtió nada respecto a esta isla ni de cómo eran los procesos para salir de ella. Yo iba confiado en que todo era cuestión de tomar un taxi a un hotel y esperar a que me enviaran la visa vía fax a la recepción y luego tomar el vuelo de regreso a Dubai. Pero nada, aquí las cosas fueron a otro precio. Al salir a la calle me abordaron un par de personajes que trataban de hacerse entender de la mejor manera y me dijeron que en Qeshm solo había dos hoteles: El Diplomatic y El Tulla Hotel, y que era mejor que fuera al primero puesto que tenía un mejor perfil que el segundo, que allí seguro me acomodaba. Pues seguí su consejo y tomé un taxi Renault 12 con un conductor viejito que no hablaba nada de inglés, pero que se empeñó en hablarme árabe durante la hora y media que duró el recorrido por esa árida carretera hasta el hotel a pesar de mis constantes I don´t speak arabic. Una vez allí, todo me comenzó a parecer extraño porque conforme estuve en la recepción la primera imagen que enfoqué fueron cientos de pasaportes retenidos y apilados en montoncitos al lado del recepcionista. Para ese momento, aun me acompañaba el viejito que esperaba a mi lado alguien que me dijera en inglés cuanto debía pagarle por la carrera, pero la espera no tardo más de cinco minutos porque una vez hablé con el recepcionista y le pedí habitación para una persona, lo primero que hizo fue mirarme, reírse y decirme que ahí no existía eso, que las habitaciones eran al estilo pensión y que si quería acomodarme pues compartiría cuarto y baño con doce personas más, pero me dijo: “Hombre no se preocupe (tal vez notó la cara que puse) que es evidente que usted no es árabe, por lo tanto no le esta permitido el ingreso a este hotel, y si es por mi, de esta recepción no pasa. Amigo, es mejor que se vaya para el Tulla Hotel que allá lo atienden mejor”. Solo imaginen lo que sentí, si además de ser echado de allí así sin más, lo primero que pensé fue: “!Ay Jueputa! Si este es el mejor hotel de los dos, como será el otro”. Volví con el señor del taxi y tardamos otra media hora más por el desierto hasta el otro hotel. Allí, el panorama no era más alentador, todo parecía silencioso, pero una vez abrí la puerta la imagen me pareció aterradora, lo único que se veía eran cientos de filipinos y de indios agolpados en una masa contra una barra de atención (porque este hotel no tiene recepción) clamando que les devolvieran el pasaporte para poderse marchar. Por un momento me sentí desubicado y perdido en el espacio porque no hallaba a quien preguntarle lo de las habitaciones y si había alguna sala de Internet o algo donde pudiera comunicarme. Crucé el espacio donde estaba el tumulto y cual sería mi sorpresa al encontrarme en una gran sala llena de billares, háganse la idea de estar en una cantina de pueblo antioqueño, y ahí mismo estaban dos salitas: una para llamadas internacionales y otra para Internet. El Karma continuaba porque la fila que había para hacer cualquiera de las dos cosas era eterna, digamos que estuve algo así como hora y media esperando para hacer una llamada de tres minutos, lapso durante el cual, me hice amigo de un Indio llamado Joseph quien me ayudó a entender como es todo el rollo con este hotel, o mejor dicho, con este negocio que es Qeshm Island; lo primero que me dijo es que todas las personas que yo veía a mi alrededor eran personas de servicios varios en Dubai, que todos trabajaban como celadores, empleadas del servicio o aseadores de centro comercial y que todos llevaban allí por lo menos una semana con el pasaporte retenido hasta que a su patrón le diera la gana de enviarles la visa para poder regresar al emirato. A renglón seguido me preguntó que yo que diablos hacía allí, porque nunca acudían a aquella isla personas profesionales y menos si trabajaban para una compañía europea, que a él le parecía muy difícil que yo me quedara en ese hotel puesto que allí la acomodación eran cuartos de 9 personas con un solo baño para compartir, y que no todas las camas eran camarotes. Yo lo escuchaba y cada segundo me ponía más nervioso de tener que pasar la noche allí. Pero la diferencia estaba en que yo para ese momento ya tenía la visa en camino, era cuestión de esperar veinte minutos a que llegara vía Internet. Pero lo que le sorprendía a Joseph era que yo tuviera mi pasaporte conmigo, era algo que no podía entender, porque claro, a todos ellos se los retenían desde el aeropuerto y solo se los regresaban cuando les llegara la visa al hotel. Para ese entonces ya eran algo así como las tres de la tarde y yo no había almorzado nada, ni hambre tenía del susto, pero aun así le dije a Joseph que lo invitaba a almorzar a alguna parte mientras llegaba mi visa, él me miró, y me dijo: “mira hombre, lo que pasa es que aquí solo hay un restaurante y el próximo queda algo así como a diez kilómetros, y este restaurante es para gente India como yo, solo venden comida picante y para comer con la mano, allí no existen cubiertos porque no es nuestra costumbre”, a lo que le respondí: “no importa hombre, vamos, que con alguna cosa me acomodaré”, él igual se rió y me llevó, pero cual sería mi sorpresa cuando vi que el restaurante era un espacio rectangular de cartón, cubierto con un plástico negro donde hacía un calor infernal y donde solo habitaba un cocinero gordísimo que me dijo que no me preparaba nada y que de todas maneras ya casi no quedaba comida ahí porque era muy tarde y que lo que quedaba era ultra picante, así que me resigné y le dije a Joseph que no se preocupara que yo me iba a la sala de Internet a imprimir la visa. Él me dijo que tratara de hacerlo rápido puesto que el ultimo bus para el aeropuerto salía en media hora y que si no lo alcanzaba iba a tener que pasar indiscutiblemente la noche allí. Le di las gracias y salí corriendo a imprimir la visa.
Apenas tuve el preciado documento en la mano, me subí al bus pero algo me decía que esto no podía ser tan fácil, algo había que no me encajaba y me dio por preguntar que si era así de simple que me iba a aeropuerto y que de una me daban puesto en el avión, a lo que alguien muy amablemente me respondió que no, que el puesto en el avión lo daban desde el hotel, que si yo no había estado hospedado allí nadie me daría un lugar en el avión; ya se imaginarán el susto, pues tuve que bajarme y abrirme paso entre la chichonera de gente que llevaba todo el día peleando por un cupo, incluso un señor me alcanzó a decir que ni en sueños me lo darían, que tendría que esperar al menos tres días allí para lograrlo. En ese momento me puse tan nervioso que las manos me sudaban y lo único que se me ocurrió, producto de la desesperación, fue abrirme paso y gritarle hasta más no poder al que feriaba los cupos ahí, le alcancé a gritar que yo era un caso especial, me miró y me dijo: “! Ah si!, y porque es un caso especial?” le dije que era colombiano y que yo no estaba alojado y que además tenía mi pasaporte conmigo y que lo único que necesitaba era un sitio en el avión para regresar a Dubai. Pues el tipo de verdad lo consideró y me dijo que no entendía que hacía yo allá y que le mostrara el pasaporte y el tiquete; los tomó en su mano, se fue a considerar el tema con otro fulano, y me dijo, tome, vuélese para el aeropuerto que el bus ya se va. Quien creyera, por primera vez el pasaporte Colombiano sirvió como algo bueno y digno para poder salir de una isla desierta en donde tienen encerrados y en muy malas condiciones a muchos trabajadores que son los que de verdad le hacen más fácil la vida a los ricos de Dubai.
Finalmente llegué al aeropuerto con la silla 118 de un avión de 120 sillas, cansado, sin almorzar pero con la tranquilidad de poder regresar a casa sin problema, pero sin embargo, durante el regreso pensé mucho en aquellos que se quedaron allí, en tipos como Joseph, que aguardan triste y pacientemente que los saquen de aquella desértica isla para continuar su vida de servicio.
Ya, afortunadamente, este tipo de historias no se repetirán más porque ahora tenemos la aprobación del ministerio de relaciones exteriores para estamparnos la visa de residentes. Hasta una próxima ocasión.

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